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Voto de Donald Rumsfeld:
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Fantástico. Acción. Comedia. Ciencia ficción
Peter Parker (Tom Holland) comienza a experimentar su recién descubierta identidad como el superhéroe Spider-Man. Después de la experiencia vivida con los Vengadores, Peter regresa a casa, donde vive con su tía (Marisa Tomei). Bajo la atenta mirada de su mentor Tony Stark (Robert Downey Jr.), Peter intenta mantener una vida normal como cualquier joven de su edad, pero interrumpe en su rutina diaria el nuevo villano Vulture (Michael ... [+]
22 de diciembre de 2017
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ciertos sentidos, las películas de la Marvel, y en general las superproducciones basadas en cómics, son como los propios cómics que saquean: tienen un tacto un maravilloso y un olor increíble. En el caso de muchas de estas películas el envoltorio es tan perfecto que fácilmente puede bloquear las capacidades del espectador. Es difícil pensar. Son mecanismos audiovisuales diseñados para que el espectador, cualquier espectador, no pueda separarse un ápice de aquello que se le muestra. Desafortunadamente, el mejor envoltorio del mundo no deja de ser un envoltorio.
Cualquier espectador, sí, pero especialmente los adolescentes estadounidenses. Pináculos de la evolución humana y más de la mitad de la taquilla anual del mercado nacional.
Y aquí debo abrir un paréntesis para dejar constancia del fracaso de los sistemas educativos. Nunca en la historia del cine algo tan masivo ha sido tan inconcebiblemente estúpido.
Explicar por qué triunfan estos mecanismos audiovisuales requeriría analizar, por ejemplo, la capacidad de atención focalizada del público, la correspondencia entre sus valores, deseos y miedos y los que estas películas muestran (pues son muchos los que sólo saben leer una película o un libro en función de cuanto puedan identificarse con los personajes/situaciones), la degradación de la cultura al verse condicionada por las leyes del mercado o, incluso, el nivel educativo del espectador medio. Pero la condición necesaria es la existencia de un mercado y un nicho de mercado que haga rentables estos productos.
Y que conste que yo mismo he pagado unas cuantas veces por verlas …
La clave de la evolución del conocimiento es el paso del mito al logos. Que estas narraciones sigan siendo asimiladas como algo natural señala que muchas personas no han atravesado ese punto de inflexión. Al igual que los cristianos o musulmanes, al igual que los niños, al igual que los racistas y los nacionalistas, siguen buscando refugio y consuelo en cuentos de hadas.
Con independencia de que estos artefactos (en apariencia inocentes y asépticos, en apariencia progres, en apariencia feministas) sean en realidad complejos dispositivos propagandísticos, los mitos permiten simplificar lo complejo, cosificar lo abstracto, redimensionar toda la naturaleza en una cómoda escala individual. Gracias a ellos podemos ignorar todo lo que vaya más allá de nuestro propio ombligo y vivir creyendo que sabemos algo.
Dos mitos modernos son el control y la tecnología.
La ilusión de que la tecnología podrá realizar nuestras fantasías. Y el mito, la ilusión, de que controlamos la naturaleza y podemos usarla a nuestro antojo.
Spiderman, antes de su inclusión en el cine Marvel, debía su propia existencia a un accidente científico. Era una denuncia personificada de los riesgos que conlleva la tecnología.
Spiderman, ahora, es Spiderman gracias a las capacidades tecnologías que le proporciona el traje diseñado por Stark inc. (Anoto que hay una escena para desmentir esta afirmación; que por otra parte ellos sostienen implícitamente durante el restante metraje, razón por la cual existe esa misma escena).
Ahora a Spiderman los demás le importan poco. El quiere ser un héroe. Y ser aceptado en la pandilla de adolescentes más cool del mundo: los Vengadores. Pero que nadie se alarme, todo esto no es más que un movimiento estratégico para que en la próxima podamos ver como madura y se rebela contra la influencia de Tony.
En realidad, como ya es habitual, todo es un anuncio de lo que aun está por venir, y los guionistas se han limitado a dejarlo a punto de caramelo. Justo al contrario que Abrams con su Force Awakens, donde, al no pararse a pensar en lo que podría vendría después, preparó con su película una encerrona para los guionistas de la que sólo podrán salir machete en mano.
La asimilación de Spiderman dentro de los Vengadores ha supuesto, de momento, el fin de las características que le hacían peculiar. Incluso se prescinde de su traje de color saturado y brillos mates y se le uniforma, HDR mediante, en uno más metálico, de reflejos casi plateados, más a juego con la uniforme colorimetría característica del cine actual de alto presupuesto.
La propia fotografía, tan luminosa y saturada en las anteriores entregas, se aleja de sus orígenes impresos para poder adaptarse al molde impuesto por Whedon. Molde heredado de Peter Jackson y las Wachowski, molde en parte impuesto por la propia naturaleza de las cromas.
Asombra lo magníficamente orquestado que está todo, la intrascendente suavidad con que se incluye al personaje dentro del cine Marvel, la coherencia con que se enlazan las películas entre sí, lo conscientes que son sus creadores de que esto sólo es un movimiento dentro de la coreografía, un paso que no debe desentonar ni en forma ni en contenido, minuciosamente calculado para funcionar como anuncio de lo que está por venir.
Cualquier espectador, sí, pero especialmente los adolescentes estadounidenses. Pináculos de la evolución humana y más de la mitad de la taquilla anual del mercado nacional.
Y aquí debo abrir un paréntesis para dejar constancia del fracaso de los sistemas educativos. Nunca en la historia del cine algo tan masivo ha sido tan inconcebiblemente estúpido.
Explicar por qué triunfan estos mecanismos audiovisuales requeriría analizar, por ejemplo, la capacidad de atención focalizada del público, la correspondencia entre sus valores, deseos y miedos y los que estas películas muestran (pues son muchos los que sólo saben leer una película o un libro en función de cuanto puedan identificarse con los personajes/situaciones), la degradación de la cultura al verse condicionada por las leyes del mercado o, incluso, el nivel educativo del espectador medio. Pero la condición necesaria es la existencia de un mercado y un nicho de mercado que haga rentables estos productos.
Y que conste que yo mismo he pagado unas cuantas veces por verlas …
La clave de la evolución del conocimiento es el paso del mito al logos. Que estas narraciones sigan siendo asimiladas como algo natural señala que muchas personas no han atravesado ese punto de inflexión. Al igual que los cristianos o musulmanes, al igual que los niños, al igual que los racistas y los nacionalistas, siguen buscando refugio y consuelo en cuentos de hadas.
Con independencia de que estos artefactos (en apariencia inocentes y asépticos, en apariencia progres, en apariencia feministas) sean en realidad complejos dispositivos propagandísticos, los mitos permiten simplificar lo complejo, cosificar lo abstracto, redimensionar toda la naturaleza en una cómoda escala individual. Gracias a ellos podemos ignorar todo lo que vaya más allá de nuestro propio ombligo y vivir creyendo que sabemos algo.
Dos mitos modernos son el control y la tecnología.
La ilusión de que la tecnología podrá realizar nuestras fantasías. Y el mito, la ilusión, de que controlamos la naturaleza y podemos usarla a nuestro antojo.
Spiderman, antes de su inclusión en el cine Marvel, debía su propia existencia a un accidente científico. Era una denuncia personificada de los riesgos que conlleva la tecnología.
Spiderman, ahora, es Spiderman gracias a las capacidades tecnologías que le proporciona el traje diseñado por Stark inc. (Anoto que hay una escena para desmentir esta afirmación; que por otra parte ellos sostienen implícitamente durante el restante metraje, razón por la cual existe esa misma escena).
Ahora a Spiderman los demás le importan poco. El quiere ser un héroe. Y ser aceptado en la pandilla de adolescentes más cool del mundo: los Vengadores. Pero que nadie se alarme, todo esto no es más que un movimiento estratégico para que en la próxima podamos ver como madura y se rebela contra la influencia de Tony.
En realidad, como ya es habitual, todo es un anuncio de lo que aun está por venir, y los guionistas se han limitado a dejarlo a punto de caramelo. Justo al contrario que Abrams con su Force Awakens, donde, al no pararse a pensar en lo que podría vendría después, preparó con su película una encerrona para los guionistas de la que sólo podrán salir machete en mano.
La asimilación de Spiderman dentro de los Vengadores ha supuesto, de momento, el fin de las características que le hacían peculiar. Incluso se prescinde de su traje de color saturado y brillos mates y se le uniforma, HDR mediante, en uno más metálico, de reflejos casi plateados, más a juego con la uniforme colorimetría característica del cine actual de alto presupuesto.
La propia fotografía, tan luminosa y saturada en las anteriores entregas, se aleja de sus orígenes impresos para poder adaptarse al molde impuesto por Whedon. Molde heredado de Peter Jackson y las Wachowski, molde en parte impuesto por la propia naturaleza de las cromas.
Asombra lo magníficamente orquestado que está todo, la intrascendente suavidad con que se incluye al personaje dentro del cine Marvel, la coherencia con que se enlazan las películas entre sí, lo conscientes que son sus creadores de que esto sólo es un movimiento dentro de la coreografía, un paso que no debe desentonar ni en forma ni en contenido, minuciosamente calculado para funcionar como anuncio de lo que está por venir.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Marvel demuestra haber comprendido que, más allá de la repetición de la fórmula, pueden actualizar sus productos sometiéndolos a un proceso evolutivo parejo al de los propios procesadores con los que crean los efectos.
La clave de las películas Marvel (pero esto va mucho más allá) suele residir en un artefacto tecnológico (mágico) que desata una serie de acontecimientos que a su vez justifican la creación de unos efectos especiales determinados, cada vez más precisos y devastadores, sobre los cuales se desarrolla el guión. Y no al revés.
El escudo del Capitán América, el martillo de Thor, el traje de Ironman, todos van sufriendo upgrades y revisiones constantes para mantenerse actualizados. De hecho, en la película se insinúa que el traje de Spiderman sólo es una beta, que el de verdad lo guarda Tony en la despensa.
Por cierto. Tony, haz el favor de poner ya unas cámaras en la despensa porque siempre te pasa igual,
En Spiderman todo brilla, es progre, multiétnico, dan ganas de irse a vivir allí. El aire es diáfano, limpio, azul irisado, puro frescor de montaña. Y al atardecer el sol tiñe de rosa el horizonte mientras abruma Manhattan con su luz dorada. Los jóvenes son todos guapos, incluso los feos son guapos, Viejos no hay, que dan grima. El más mayor es Keaton y casualmente hace de malo.
Los problemas a los que se enfrenta Peter Parker son muy reales, en concreto son del tipo me ha salido un grano, o también: vaya dilema, me quedo en la fiesta o salvo el mundo, mierda, tendré que salvar el mundo porque solo así podré darle un repaso a la morena.
Peter antes era tímido pero valiente, introvertido pero socarrón, ahora es simplemente vulgar, no sea que algún adolescente no pueda identificarse con él.
Y encima no hay ningún repaso, son castos jóvenes que aguardan pacientemente el momento adecuado para entregar su corazón sólo y exclusivamente a quien de verdad se lo merezca. Eso mismo dijo ella mientras él la contemplaba con logradísima expresión de jilipollas.
Si Stan Lee levantara la cabeza. Ah, no.
Ni siquiera puede vivir ya en un cuchitril, ahora tiene un pisito muy molón en Queens, de esos de a millón de dólares el metro cuadrado. Y vive con su tía, que según el tendero está muy follable. Lo cual, disco sea de paso, es cierto.
Ya puestos, propongo arrasar con todo y que para la próxima Sarah Gadon haga el papel de la tía y, si no es mucho pedir, que además metan un par de escenas a lo Juego de Tronos. No sé si me explico.
Las escenas de acción son tan hiperbólicas como de costumbre pero, con la excepción de la del monumento a Washington, carecen de tensión y originalidad. Son puro trámite a razón de 100.000 dólares el segundo. Ni siquiera las peleas son físicas. Una de las (pocas) cosas buenas de la serie The Punisher es que allí se dan ostias de verdad. Cómo se agradecen. Sí, por mucho efecto digital cataclísmico que pongan, lo cierto es que veces no hay nada mejor que una buena ostia a tiempo, Sin embargo, curiosamente, aquí no hay acoso escolar. Justo cuando realmente se necesitaba. Thor, si estás leyendo esto, haz el favor de ponerle remedio. Será un acto piadoso.
La clave de las películas Marvel (pero esto va mucho más allá) suele residir en un artefacto tecnológico (mágico) que desata una serie de acontecimientos que a su vez justifican la creación de unos efectos especiales determinados, cada vez más precisos y devastadores, sobre los cuales se desarrolla el guión. Y no al revés.
El escudo del Capitán América, el martillo de Thor, el traje de Ironman, todos van sufriendo upgrades y revisiones constantes para mantenerse actualizados. De hecho, en la película se insinúa que el traje de Spiderman sólo es una beta, que el de verdad lo guarda Tony en la despensa.
Por cierto. Tony, haz el favor de poner ya unas cámaras en la despensa porque siempre te pasa igual,
En Spiderman todo brilla, es progre, multiétnico, dan ganas de irse a vivir allí. El aire es diáfano, limpio, azul irisado, puro frescor de montaña. Y al atardecer el sol tiñe de rosa el horizonte mientras abruma Manhattan con su luz dorada. Los jóvenes son todos guapos, incluso los feos son guapos, Viejos no hay, que dan grima. El más mayor es Keaton y casualmente hace de malo.
Los problemas a los que se enfrenta Peter Parker son muy reales, en concreto son del tipo me ha salido un grano, o también: vaya dilema, me quedo en la fiesta o salvo el mundo, mierda, tendré que salvar el mundo porque solo así podré darle un repaso a la morena.
Peter antes era tímido pero valiente, introvertido pero socarrón, ahora es simplemente vulgar, no sea que algún adolescente no pueda identificarse con él.
Y encima no hay ningún repaso, son castos jóvenes que aguardan pacientemente el momento adecuado para entregar su corazón sólo y exclusivamente a quien de verdad se lo merezca. Eso mismo dijo ella mientras él la contemplaba con logradísima expresión de jilipollas.
Si Stan Lee levantara la cabeza. Ah, no.
Ni siquiera puede vivir ya en un cuchitril, ahora tiene un pisito muy molón en Queens, de esos de a millón de dólares el metro cuadrado. Y vive con su tía, que según el tendero está muy follable. Lo cual, disco sea de paso, es cierto.
Ya puestos, propongo arrasar con todo y que para la próxima Sarah Gadon haga el papel de la tía y, si no es mucho pedir, que además metan un par de escenas a lo Juego de Tronos. No sé si me explico.
Las escenas de acción son tan hiperbólicas como de costumbre pero, con la excepción de la del monumento a Washington, carecen de tensión y originalidad. Son puro trámite a razón de 100.000 dólares el segundo. Ni siquiera las peleas son físicas. Una de las (pocas) cosas buenas de la serie The Punisher es que allí se dan ostias de verdad. Cómo se agradecen. Sí, por mucho efecto digital cataclísmico que pongan, lo cierto es que veces no hay nada mejor que una buena ostia a tiempo, Sin embargo, curiosamente, aquí no hay acoso escolar. Justo cuando realmente se necesitaba. Thor, si estás leyendo esto, haz el favor de ponerle remedio. Será un acto piadoso.