Alberto Rodríguez ha dado una vuelta de tuerca a sus 7 vírgenes y grupo 7 a través de una película más sobria que las anteriores. Se apoya en el entorno enigmático, bello y silencioso de las marismas sevillanas para contar una historia que va desgranándose sola merced a una dirección muy cuidada donde las sensaciones de los planos van fluyendo en la mente como códigos que nos desvelan un tiempo, unas personas y un lugar. Hipnótica e innovadora, la isla mínima nos lleva al epicentro de la soledad del espacio donde se graba.
Muy buenas las interpretaciones, la fotografía y la música. Los planos perfectos y el guión buen