...y un uniforme andrajoso y lleno de mierda. Así es como se nos presenta Django, uno de los personajes más míticos del spaghetti western, protagonista de decenas de copias, plagios y falsas secuelas de esta.

Esa escena que da inicio a la película, con el "héroe" arrastrando la caja por el barrizal al son de una cancioncilla pegadiza y melancólica, es una de las imágenes icónicas del western europeo. No es la única. Escenas como la de la mano aplastada, la de la oreja cortada, o la del duelo en el cementerio, tienen, más allá de su explícita violencia y su aire nihilista, un encanto especial, difícil de definir: son escenas que quedan en la memoria mucho tiempo después de ver la película. También el hecho de poner como villanos a una especie de secta racista formada por ex soldados confederados (una especie de proto-KuKluxKlan con sus capuchas y sus cruces de palo) tiene su aquel, y se aleja enormemente de los tópicos del western clásico.

Claro está que no es oro todo lo que reluce, ni mucho menos: el guión está lleno de incoherencias, el ritmo es bastante irregular, y la historia de amor (o lo que sea) entre Django y María no tiene pies ni cabeza, y parece que hubiera sido incluida más que nada para rellenar. También hay algunos fallos de atrezzo algo cantosos, como la ametralladora, que dispara a todo trapo sin tragarse las balas ni girar el tambor...

En todo caso, con fallos y todo, una película de culto por derecho propio, un clásico del cine de explotación italiano, y una obra fundamental para el que quiera introducirse en los terrenos del spaghetti western más allá de la obra de Sergio Leone.