Aunque me pese admitirlo, a día de hoy aún no he visto ninguna otra película de Stephen Daldry, por lo que mi primer acercamiento a su cine fue "The Reader", una película cuyo máximo interés era a priori la participación de Kate Winslet y que poco a poco se fue destapando como una cinta con muchos más alicientes. Después de verla no puede hacerse otra cosa que aplaudir efusivamente, pues acaba de surgir un futuro clásico, una notable obra que analiza las relaciones humanas, desde el amor hasta la amistad, pasando por el perdón y la culpa, todo ello sin caer en tonterías banales, sino haciendo que nos asomemos a cada uno de estos momentos de forma realista, escapando del maniqueísmo que suele inundar este material.

La historia podría resumirse en un chaval que se enamora de una mujer mayor en Berlín. La narración obviamente se complica, pues eso sería demasiado simple: vamos asistiendo a elipsis y flashbacks que nos cuentan tanto en el pasado como el presente la resolución de un caso de exterminio de judíos realizado hace equis años, sin pararse demasiado en el drama judicial, de la misma forma que ocurría en "The Changeling". Por si la magia de Daldry con la cámara fuera poco, mostrándonos escenas de todo tipo, incluyendo un montón de desnudos, lo que verdaderamente destaca es el sobresaliente trabajo realizado por David Kross y, sobretodo, Kate Winslet. Si merecía el Oscar por alguna película, es por esta: consigue que Hanna Schmitz no sea una mujer alemana más. Se graba a fuego en tu memoria, aportando infinidad de detalles a su interpretación, algunos sutiles, otros más obvios, pero con todos ellos consiguiendo sacar adelante un personaje asombroso.

Técnicamente es irreprochable. Tanto el montaje, como la fotografía o el diseño de vestuario, pasando por su portentosa BSO o su espectacular maquillaje, hacen que “The Reader” no tenga mucho que envidiar a grandes clásicos con similar ambientación. Lo que la hace destacar es su profundidad, centrándose en pocos personajes y humanizándolos, haciendo que sientas lo mismo que ellos, que poco a poco te involucres en su historia y, al final, acabes soltando lágrimas en los momentos precisos. Si hacer reír es complicado, conseguir emocionar sin recurrir a la manipulación es aún más complicado. La obra de Daldry no sólo escapa a esos convencionalismos, sino que reformula sus bazas de forma que es imposible no sentirse afectado a poco que quede algo de humanidad en tu interior. Sin ningún tipo de duda, una película clave de 2008.