Así es como se debiera haber titulado la película, pues nos cuenta la historia de los últimos años de este fundamental pintor, que recreó la vida del París de los pintores románticos de finales del XIX. La película, con un soberbio guión, nos engancha a la historia, con una magistral interpretación de Mel Ferrer, cuidando al detalle que se viera el problema de su estatura.

La relación entre el pintor y la joven es de terror. Relata, en los años 50, lo que hoy día es una relación tóxica. Recita muy bien esa dicotomía entre los te quiero/ te necesito, con el odio más cruel. La inestabilidad emocional, las taras, epicentro clarividente de esas relaciones tóxicas.

La cruda realidad es lo que nos hace morir de pena o, simplemente, lanzarnos al vacío.