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Voto de CHIRU:
6
31 de enero de 2021
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pensé, de forma ingenua, tal vez, que me iba a encontrar ante una obra maestra, una genialidad de los prebélicos años 30. Idealicé en mi mente, tras los primeros planos, que la película iba a ser una composición de cuadros flamencos al óleo del siglo XVII. Diego Velázquez como capataz y contramaestre de un ejército de notarios pictóricos, contando como estiletes barrocos a Rubens y Van Dyck.
Pero no, lejos de encontrarme ese sueño húmedo, dieron mis huesos de bruces con un homenaje a aquel ejército invencible de Tercios hispanos. Hombres rudos repletos de arte, coordinados entre lanzas y sabedores del buen uso del cubierto. “Que viene el Duque de Alba” diría un neerlandés, azuzando la leyenda negra que hemos arrastrado con el peso de los siglos, siendo diana de las envidias europeas, que veían al Imperio Español como alegoría inalcanzable para sus anhelos. Pero si Roma cayó, callando también sus avances en la oscura Edad Media, no podía ser menos el Imperio Español. La desidia de los herederos de aquellos buenos hombres, campantes a sus anchas por tierras flamencas y transalpinas, objeto de deseo de mercenarios, que veían colmadas sus ganas de obtener rédito de las batallas ofreciendo su espada por la causa española.
La película nos muestra lo que eran capaces de hacer las mujeres valientes de aquel lugar, en vanguardia de sus cobardes esposos, carentes de arrestos para confrontarse con la valentía a galope. El toque Lubitsch de las cortinas, así como la magistral crítica a la Iglesia, complementan esta película que fue un hito en su época, y se mantenía oculta para mí.
Pero no, lejos de encontrarme ese sueño húmedo, dieron mis huesos de bruces con un homenaje a aquel ejército invencible de Tercios hispanos. Hombres rudos repletos de arte, coordinados entre lanzas y sabedores del buen uso del cubierto. “Que viene el Duque de Alba” diría un neerlandés, azuzando la leyenda negra que hemos arrastrado con el peso de los siglos, siendo diana de las envidias europeas, que veían al Imperio Español como alegoría inalcanzable para sus anhelos. Pero si Roma cayó, callando también sus avances en la oscura Edad Media, no podía ser menos el Imperio Español. La desidia de los herederos de aquellos buenos hombres, campantes a sus anchas por tierras flamencas y transalpinas, objeto de deseo de mercenarios, que veían colmadas sus ganas de obtener rédito de las batallas ofreciendo su espada por la causa española.
La película nos muestra lo que eran capaces de hacer las mujeres valientes de aquel lugar, en vanguardia de sus cobardes esposos, carentes de arrestos para confrontarse con la valentía a galope. El toque Lubitsch de las cortinas, así como la magistral crítica a la Iglesia, complementan esta película que fue un hito en su época, y se mantenía oculta para mí.