Elmer Bernstein es el gran triunfador de la idea primigenia de Kurosawa. Su melodía ha atravesado los océanos del tiempo, besando los tímpanos y neuronas de los nuevos neonatos, hijos de los siglos venideros.

Sturges apostó a caballo ganador, contando con un equipo galáctico de siete pistoleros hollywoodienses que ya estaban triunfando, cual Césares americanos, en la nueva potencia imperialista. Sturges no andaba desencaminado, pero se equivocó en el fondo. Su película no mejoró a su precuela, puesto que no se esmera en el argumento, en la justificación de la más absurda escena. Eso es lo que hace que una obra pase del mito a la simple cotidianidad histórica.

Me gusta todo el elenco de actores, en especial el villano Eli Wallach, que luego rescató “Sergio Leone” para su inolvidable broche de honor a “la trilogía del dólar”. Hete aquí una diferencia de artesanía cinematográfica. Aquella escena en el cementerio…

Por lo demás, recomendable para pasar un buen rato en la frontera mexicana, y para entender una de las fuentes de inspiración de la obra que, posteriormente, lanzó al estrellato a Sergio Leone.