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España España · Pamplona
Voto de Asier Gil:
5
Animación. Fantástico. Aventuras. Comedia Cheesebridge (Puentequeso) es una elegante ciudad de la era posvictorinana, obsesionada por el dinero, la clase y el más delicioso de los quesos apestosos. Debajo de sus encantadoras calles adoquinadas viven los Boxtrolls, unos monstruos que salen de las alcantarillas por la noche para hacerse con los bienes más preciados de los habitantes: sus hijos y sus quesos. (FILMAFFINITY)
18 de diciembre de 2019
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Cuando se domina un arte, se tiende a tratar de perfeccionarlo y a superarse con cada nueva obra, menospreciando otros aspectos y reservando la energía para aquello que nos hace especiales. En el caso de los estudios Laika, su pasión por llevar al cénit la animación por 'stop-motion' es encomiable, y en su última película, 'Los Boxtrolls', el resultado es apabullante, sobre todo gracias al inmenso trabajo de perfilar en los rostros de los personajes cualquier variación emotiva. Sin embargo, la trama argumental se resiente si no se dedica tiempo a corregir los fallos y a depurar un estilo narrativo simplón. Aunque en ninguno de sus filmes anteriores -'Los mundos de Coraline' y 'El alucinante mundo de Norman'- el guion llevaba la voz cantante, el primero, dirigido por Henry Selick -'Pesadilla antes de Navidad'-, sí que dejó el listón en un punto considerable. Pero el terreno perdido después en este ámbito es tan grande como el ganado en la factura visual.
El tercer largometraje de la productora norteamericana nos traslada a Cheesebridge, un pueblo gobernado por una clase elitista que prefiere destinar el dinero recaudado para construir un hospital en amasar quesos de todo tipo. Bajo el suelo, en las alcantarillas, viven unos seres que salen por las noches en busca de materiales con los que saciar su espíritu constructor. Humanos y boxtrolls recelan los unos de los otros, y los primeros contratarán a un malvado exterminador para que purgue de su sociedad esa plaga que los atormenta. Pero entre los habitantes del subsuelo hay un niño que creció con ellos y que, a medida que vaya descubriendo su identidad, intentará salvar a sus amigos.
Basada en un libro de Alan Snow, escritor de cuentos infantiles ilustrados, la película dirigida por Graham Annable y Anthony Stacchi -ambos procedentes del campo de la animación- lleva a muy altas cotas la calidad artística en el mundo del 'stop-motion'. En un ambiente posvictoriano, los directores manejan con acierto el uso de haces de luz, que sirven de contrapeso en un escenario cargado de oscuridad. Además, filman secuencias con veloces persecuciones cuyo resultado en pantalla es notable. No obstante, el mayor logro radica en la caracterización y en los rasgos faciales de los personajes, creados con un elevado dinamismo, que los dota de una sensación de realidad no conseguida a menudo en este tipo de filmes.
La otra cara de la moneda es lo que se intenta contar con semejante despliegue técnico y humano. El guion, amén de ser pobre y demasiado centrado en la lucha de clases, no prioriza a lo que se ha dado valor a la hora de animar. Los boxtrolls hablan un dialecto parco en palabras y, al final, el hecho de que al espectador no se lo invite a meterse en su piel propicia que se los vea como meras mascotas, cuando el peso visual está claramente centrado en ellos. Ni siquiera el niño protagonista desborda en carisma para que al público le importe demasiado lo que le ocurra. La cinta, eso sí, se anota como puntos positivos destellos de un humor absurdo, conjuntados con una ácida crítica social.
De hecho, después de los créditos finales, dos personajes debaten sobre los problemas de hacer cine en 'stop-motion', mientras junto a ellos se mueve a toda velocidad el animador que los da vida. Un regalo para cerrar un filme de una notable factura visual pero con una base argumental terriblemente básica y anodina.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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