'Podré tener algún día descanso yo ? ... El padre revienta, el hijo la remata .... andá a limpiarle el culo al puto retrasado'
El film, una distopía, comienza con una breve y clara explicación de lo que sería la nueva ley implantada en Canadá y que permitiría a padres de menores en determinadas situaciones entregarlos a la autoridad pública sin el debido proceso, sin ningún tipo de evaluación previa de la condición del adolescente. Paso siguiente, nos encontramos con dos escenas que describen y dejan sentado a todas luces las características sicológicas, de personalidad, de los personajes con los que nos vamos a encontrar. Una prenda de ropa interior masculina con dibujos de flechas y corazones encontrados, que se enfrentan, que tienen diferentes direcciones; y a 'Moomy' - la madre viuda y en situación financiera de urgencia a cargo de este chico con problemas de apego y violencia - en una actitud adolescente alcanzando una manzana (el fruto prohibido) del árbol, vistiendo un jean bordado con flores. Una mujer-niña.
La historia muestra a tres personajes, la mamá, el hijo y una vecina que conforman un trío, a los efectos, perfecto, que se encuentran en un momento y un lugar determinado de sus vidas que intentan por ese 'feeling' que surge entre los tres, buscar una solución a la vida de Steve (el joven), pretexto encubierto que las llevará sino a un cambio, a una etapa de aprendizaje y aceptación basada en el intercambio de 'favores' que en un principio parecen ser.
Es una película tan rica que es difícil encontrar un punto desde donde abordarla, o todos ellos, o desde cualquier lugar que se la mire. Porque además de las formidables actuaciones, pasando por una edición que se detiene en lo que parecen ser los mínimos detalles y va hilvanando la trama convirtiéndola en una poesía musicalizada sin perder la impiedad del leit motiv de la historia, se le suman unos primeros y primerísimos planos que convierten a los personajes en seres que el espectador parece tocar, que se vuelven semejantes no obstante la distopía y una realidad planteada que no tiene que ser la del que mira.
Es cautivante el modo en que el director canadiense Xavier Dolan ganador de varios premios por su corta y fructífera trayectoria con films como 'Tom à la ferme', 'Laurence Anyways', y 'Los amores imaginarios', todas ellas obras en las que trata de frente o rozando temas como la homosexualidad y los lazos de amistad u amor, 'Mommy' de alguna manera viene a confrontarse con la durísima ópera prima 'I Killed My Mother'.
Metiéndose en Mommy, en la espinosa relación entre una madre en sus 40 y tantos y su hijo apenas adolescente con sus comprometidas dificultades de apego y una violencia a flor de piel fundida con su dulzura y sobreprotección mutua. El director juega peligrosamente y sale airoso con situaciones que podrían haberse vuelto espinosas y sin embargo arriesga y con habilidad las salva.
Esa devoción mutua que sienten madre e hijo nunca pierde el bienintencionado vínculo que los une, que por momentos se tema un desliz que podría ser mortal tanto para los personajes como por ende para el film y lo íntegro de la obra es que todo ello es resuelto con una destreza de trapecista; Dolan reta al límite sabiendo que es dueño de una capacidad incuestionable para dejar asentada una obra mayor colmada del mas puro afecto materno y del más entrañable amor de un hijo a esa madre 'gladiadora', en donde el se reconoce y encuentra en ella su única razón de vivir.
Un film que lleva a la emoción extrema, a la identificación con esas perseverantes mujeres (la mamá y la vecina que entra en escena con sus propios dolores), que en una escena simple y casi celestial en un especie de baile casero que se arma en una cena entre los tres, unen sus manos en tanto que la cámara enfoca ese instante y eso marca el nacimiento de lo que será la unión y el desencadenante de la sanguínea y apabullante historia a la que asistiremos agradecidos por una 'Mommy' que nos va a hechizar con las armas más honorables con las que se pueda reconciliar.