Wall.e esconde un poder mayor que el de gustarse (y gustar) con un prodigio de técnica visual. Tiene algo que muy pocas películas llegan a tener... alma.
Wall.e como todas las películas tiene sus virtudes y sus defectos, la diferencia es que sus virtudes están a tal altísimo nivel que la sensación que tienes al salir del cine es de auténtica felicidad por haber presenciado esta obra maestra, distinta en su forma y concepción al resto de películas PIXAR, desde ya un clásico atemporal.
Ver los primeros 45 minutos es presenciar el punto álgido que puede llegar a hacer el hombre con ese invento llamado cine. Es presenciar un homenaje, desde ya referente, al cine mudo. Es disfrutar en clave de poema de una sensibilidad asombrosa, de un momento mágico que jamás podrás olvidar, de la escenificación más bonita que se puede trazar a partir de eso que llamamos enamorarse. La historia de como un robot se enamora de otro, de lo que es capaz de hacer él por el, y de la lucha incesante por ser correspondido. Y todo ello sin diálogo alguno, sin frase que ayude a meter la historia con calzador al espectador ¡Es simplemente asombroso! Llegando al alma, dotando al protagonista, Wall.e, de una sensibilidad y humanismo mayor que el de los propios humanos. Esa es su otra gran virtud.
Los personajes, los dos, sobre todo Wall.e, excelentes, mágicos, hipnóticos, asombrosamente humanos, capaz de decir más con un movimiento de ojos que muchos con mil palabras. Wall.e ingenuo, inocente, temeroso, bondadoso, enamoradizo,... uno de los personajes más sensibles y con más sensibilidad que uno haya visto. Pixar ha dejado el listón muy, muy alto. Si a Wall.e le unes a otro personaje trazado a la perfección, EVE, el resultado no puede ser sino magistral. La perfecta materia de uno y otro son clave para entender la asombrosa calidad de esta película.
Y si, posiblemente la 2 parte de la película baje un poco el nivel, de matrícula de honor pasamos a notable alto, y si, puede que el final este algo acelerado respecto al ritmo impuesto desde el comienzo.
Pero que más da, si tenemos la suerte de asistir a un monumento de detalles puestos unos encima de otros a lo largo de toda la película, si tenemos 45 minutos dignos de grabar en vídeo y llevarlos a una escuela de cine para que los visionen una y otra vez, si tenemos la suerte de que PIXAR nos ha regalado otro prodigio visual en forma de película (siguen estando varios listones por encima del resto). Si hemos asistido a una de las historias de amor más bonitas y conmovedoras que se hayan llegado a hacer. Si hemos tenido la suerte de contemplar a unos personajes que desde ya quedarán para el recuerdo. Y sobre todo, que más da, si cuando al salir podemos decir que nos hemos enamorado del cine una vez más. Que hemos sido verdaderamente felices durante 2 horas mágicas. Que estas películas, pocas, cada vez menos, son las que devuelven la ilusión de que quizás, ingenuo uno, la grandeza del cine aún está intacta.