¿Al César lo que es el César? Pocas series han reflejado a Roma tan atinadamente desde un punto de vista reveladoramente inmoral como la serie de John Milius, William J. MacDonald, y Bruno Heller. Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace (o se hizo). A riesgo de ser apuñalados por historiadores “Roma” pone toda la carne, sexo, violencia, intrigas y sangre en el asador. Como un buen filete sangrante y tierno… duró poco. Suele suceder con las cosas buenas que se devoran con suma facilidad y gusto.

Los enfrentamientos en batalla aquí son realizados desde la elipsis a las socorridas secuencias de montaje. Economía narrativa para no desviar de todo la atención a las tramas y confabulaciones. Aparentemente los títulos de crédito de “Roma” quedan por detrás de impactos anteriores y presentes de la HBO… pero en ellos se encuentra parte de la magia de la serie. Observamos que lo pictórico se mueve y sobresale de su perspectiva bidimensional. La historia que hemos leído en páginas de dos dimensiones va a cobrar vida y ponerse en relieve. Reparto prácticamente desconocido y decorados y medios absorbentes y desmesurados.
Todo se puede resumir en la historia de dos madres enfrentadas: una, la de Bruto. La otra, la de Octavio. Atia y Servilia parecen tener claro que quieren ser las madres de Roma y no dudarán en manipular, secuestrar, malmeter hasta sus afiladas lenguas y cerebrales y viles planes, asesinar y corromper todo aquello que consideren necesario para conseguir sus objetivos. El enfrentamiento entre Julio César y Pompeyo se convierte en la lucha posterior por el poder entre Octavio y Marco Antonio.

Los frentes se formalizan en dos soldados que parecen ser guiados por los designios de unos dioses más poderosos que Plutón y Júpiter: los guionistas. La ferocidad manifiesta de los personajes es tan brutal como poco compasiva. Todos asesinan por despecho, necesidad o interés y se ven afectados por el doble rasero de los dioses. Eso es que las vivencias y aventuras de Lucio Voreno y Tito Pullo son el hilo conductor de todas las tramas o se ven inmersos en las mismas. Cambios políticos, guerras y asesinatos parecen convertir en leyenda a estos legionarios pero el karma los maldice con la injusticia y mala fe en su vida personal. Muertes y pérdidas, dolor y perdición parece justificar el beneplácito de los dioses en el campo de batalla, que les hace mantener su amistad por encima de circunstancias y bandos.

Cada ciudad tiene secretos inconfesables y pecados revelados. Cada pedazo de piedra fue puesto allí con dolor, pasión y sangre en un pedestal de amor a una madre llamada patria y ciudad. Empedrada con surcos de sangre y vidas sesgadas. Toda historia se ha construido sobre vida y cadáveres, sobre el olvido y la divinidad de la leyenda. “Roma” creó controversia y ejemplificó la propia historia que pretende representar: la de que siempre la desmesura y la desvirgada creación de lujuriosa ostentación se ve abocada a un pronto final.