"El verdugo" es una obra maestra sobre los sueños rotos, sobre la imposibilidad de realizarnos como querernos y llevar una vida digna sin hipotecarnos. Rafael Azcona el guionista de ésta y muchas otras películas de Berlanga se quejaba de que él hubiese querido ser novelista, pero es tan escueto y directo que uno piensa que hizo muy bien en ser guionista de cine.

José Luis solo sueña con irse para Alemania para convertirse en un mecánico de primera, pero sin querer deja embarazada a su novieta, la hija de Amadeo el verdugo que está estigmatizada por ser la hija del verdugo que ya esta a punto de jubilarse y no encontraba marido.

A partir de ahí, todo es una lucha contra su destino, porque si consigue que le enchufen como verdugo tiene la vida solucionada: le dan una casa, ayuda y un trabajo fijo. Pero le disgusta el oficio y la sola idea de tener que matar a alguien con sus propias manos le amarga.

Las interpretaciones son magistrales desde Nino Manfredi que hace de José Luis un pobre hombre que mientras por una parte plantea sus sueños por otra se deja llevar y hace siempre lo que le dicen, hasta Emma Penella como la pobre chica que busca un marido, formar una familia y una vida estable, pasando por Amadeo que intenta convencer a su yerno de las bondades de la prebendas que conseguirá con un trabajo que exige un mínimo esfuerzo para meterlo en vereda.
La censura parece ser que no vio la denuncia tan brutal que tenía la película contra la situación social de la época.

Una película realista, directa, lleno de escenas maravillosas pero cotidianas, típica de lo mejor del cine español de aquellos años 50 con sus limitaciones. El final es antológico.