Cualquiera que haya leído la saga de J.K. Rowling, sabe que las novelas van creciendo y madurando al tiempo que lo hacen sus personajes. Así, poco a poco, lo que empieza siendo literatura infantil se convierte en literatura juvenil y casi adulta. De esta manera, Harry Potter, de repente, y de la mano de Alfonso Cuarón, se hace mayor. Es un Harry más adulto, más reposado, temeroso con su destino pero, sobre todo, consecuente con sus decisiones. A esta metamorfosis, Cuarón ayuda con una película más oscura, con personajes más sombríos y una escenografía más inquietante donde reina la oscuridad, la niebla y unos inquietantes dementores que vigilan Howards y que dan más espanto que seguridad. Es la película más entretenida de las tres primeras y, por supuesto, es la mejor filmada de toda la saga, aunque el personaje vaya creciendo en futuras entregas y se vaya convirtiendo en el mago que todos esperamos que sea.