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Voto de MHGallardo:
9
7.5
23,442
Animación. Drama. Bélico
Documental animado sobre la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (Líbano) en 1982. Una noche, en un bar, un viejo amigo le cuenta a Folman una pesadilla recurrente en la que le persiguen siempre 26 perros. Los dos hombres llegan a la conclusión de que la pesadilla tiene que ver con una misión que realizaron para el ejército israelí durante la primera guerra con el Líbano a principios de los años ochenta. A Folman le ... [+]
9 de febrero de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinceramente, creo que esta película es de las mejores que he visto hasta la fecha. A nivel estético y de argumento.
Empezando por la estética: impacta desde el primer momento la utilización de los dibujos, de la animación. Este recurso, y tan bien tratado, desde la primera imagen nos sumerge en un film oscuro. Tanto por los colores como por el ritmo. Los recuerdos, narrados con colores apagados dan la sensación de que realmente se está haciendo un esfuerzo por parte de los protagonistas de la historia por desenmascarar su pasado, por traer a la luz la responsabilidad de sus actos. El ritmo sólo puede ser como en una catástrofe, lento. No da piedad, todos los recuerdos son dolorosos, desde los más “inocentes” a los de los actos más reprobables. La música, acompaña desde el inicio hasta el final la temática, haciendo de las escenas de muerte algo horrible, hasta las más llevaderas incluso tristes, como condicionadas por las anteriores.
La utilización de imágenes reales al final es lo que hace de ella ya una obra de arte, pasamos de lo hipotético a lo concreto.
A nivel de obra estética, el film supera la prueba más que de sobra, con buena nota.
Empezando por la estética: impacta desde el primer momento la utilización de los dibujos, de la animación. Este recurso, y tan bien tratado, desde la primera imagen nos sumerge en un film oscuro. Tanto por los colores como por el ritmo. Los recuerdos, narrados con colores apagados dan la sensación de que realmente se está haciendo un esfuerzo por parte de los protagonistas de la historia por desenmascarar su pasado, por traer a la luz la responsabilidad de sus actos. El ritmo sólo puede ser como en una catástrofe, lento. No da piedad, todos los recuerdos son dolorosos, desde los más “inocentes” a los de los actos más reprobables. La música, acompaña desde el inicio hasta el final la temática, haciendo de las escenas de muerte algo horrible, hasta las más llevaderas incluso tristes, como condicionadas por las anteriores.
La utilización de imágenes reales al final es lo que hace de ella ya una obra de arte, pasamos de lo hipotético a lo concreto.
A nivel de obra estética, el film supera la prueba más que de sobra, con buena nota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Centrándome en el argumento, no veo la crítica que se hace sobre que Israel quiere exculparse de la responsabilidad de sus actos.
Creo que esto no es así por varias razones. En primer lugar porque quien narra los acontecimientos no es el ministro de defensa, sino los soldados, los que tuvieron que estar allí y aguantar todo lo que les tocase y ver todo lo que vieron. Un mecanismo de defensa de la mente humana es el borrado de recuerdos, ellos no se acuerdan de las matanzas, ni de cómo colaboraron en ellas, pero saben que algo hicieron, todos se sienten mal, por una razón o por otra, pero ninguno vive tranquilo. El proceso de investigación que usa el protagonista le lleva a saber lo que hizo y por qué lo hizo y asumir su responsabilidad en esos actos. Ante esa barbaridad sólo quedan dos salidas, o aguantar, que es lo que hacen, o quitarse la vida. ¿Quién podría aguantar y sobrellevar sin ni un atisbo de culpabilidad, sin ningún remordimiento, la carga de esas atrocidades?, sólo los que están dispuestos a pasar la vida recordándolo e intentando purgar de una forma u otra su culpabilidad y los que simplemente son monstruos. Y en la película ninguno de los protagonistas es un monstruo, todos intentan darse buenas razones para sobrellevarlo, para perdonarse, porque son y se sienten culpables. Por supuesto que podrían haber intentado evitarlo o al menos no haber colaborado, incluso haber desobedecido y actuar por su cuenta, pero no lo hicieron y también saben que podrían haberlo hecho. Los asesinos fueron los que formaban la falange cristiana, sí, pero ello les ayudaron.
Los monstruos, por el contrario, dicen “gracias por ponerme al corriente”. No hay ninguna indignación, por leve que ésta sea, no hay nada, sólo eso información.
Con respecto al final. Es necesario, es pasar de lo hipotético, la memoria, a lo concreto, la realidad. No fue agradable, ni tiene por qué serlo. Este recurso es lo que hace que la rabia se apodere de ti. Al igual que en “Noche y niebla”, las imágenes reales (si bien Folman se recrea más en lo morboso) de cadáveres, de la destrucción, la injusticia, lo inhumano, es lo que ya rompe con el discurso y hace surgir la acción, es lo que hace pasar de película a testimonio del salvajismo y la irracionalidad, y la acción es indignarse, es protestar, es cambiar nuestro modo de ver las cosas. La muerte nunca es agradable, y así lo refleja el último minuto. Estos últimos sesenta segundo directamente hacen a uno espectador del crimen en primera persona. Y ahí los responsables no son sólo los asesinos, somos todos, ahí cualquiera que olvide por un instante o que justifique mínimamente esos actos es culpable por omisión.
Creo que esto no es así por varias razones. En primer lugar porque quien narra los acontecimientos no es el ministro de defensa, sino los soldados, los que tuvieron que estar allí y aguantar todo lo que les tocase y ver todo lo que vieron. Un mecanismo de defensa de la mente humana es el borrado de recuerdos, ellos no se acuerdan de las matanzas, ni de cómo colaboraron en ellas, pero saben que algo hicieron, todos se sienten mal, por una razón o por otra, pero ninguno vive tranquilo. El proceso de investigación que usa el protagonista le lleva a saber lo que hizo y por qué lo hizo y asumir su responsabilidad en esos actos. Ante esa barbaridad sólo quedan dos salidas, o aguantar, que es lo que hacen, o quitarse la vida. ¿Quién podría aguantar y sobrellevar sin ni un atisbo de culpabilidad, sin ningún remordimiento, la carga de esas atrocidades?, sólo los que están dispuestos a pasar la vida recordándolo e intentando purgar de una forma u otra su culpabilidad y los que simplemente son monstruos. Y en la película ninguno de los protagonistas es un monstruo, todos intentan darse buenas razones para sobrellevarlo, para perdonarse, porque son y se sienten culpables. Por supuesto que podrían haber intentado evitarlo o al menos no haber colaborado, incluso haber desobedecido y actuar por su cuenta, pero no lo hicieron y también saben que podrían haberlo hecho. Los asesinos fueron los que formaban la falange cristiana, sí, pero ello les ayudaron.
Los monstruos, por el contrario, dicen “gracias por ponerme al corriente”. No hay ninguna indignación, por leve que ésta sea, no hay nada, sólo eso información.
Con respecto al final. Es necesario, es pasar de lo hipotético, la memoria, a lo concreto, la realidad. No fue agradable, ni tiene por qué serlo. Este recurso es lo que hace que la rabia se apodere de ti. Al igual que en “Noche y niebla”, las imágenes reales (si bien Folman se recrea más en lo morboso) de cadáveres, de la destrucción, la injusticia, lo inhumano, es lo que ya rompe con el discurso y hace surgir la acción, es lo que hace pasar de película a testimonio del salvajismo y la irracionalidad, y la acción es indignarse, es protestar, es cambiar nuestro modo de ver las cosas. La muerte nunca es agradable, y así lo refleja el último minuto. Estos últimos sesenta segundo directamente hacen a uno espectador del crimen en primera persona. Y ahí los responsables no son sólo los asesinos, somos todos, ahí cualquiera que olvide por un instante o que justifique mínimamente esos actos es culpable por omisión.