Vivir sin sobresaltos va de la mano con la mediocridad, con la estulticia, porque no se está aprendiendo nada nuevo, no se presenta evolución ninguna. La protagonista de esta historia es un clarísimo ejemplo de ello. Unas expectativas destruídas la transforma por completo, pasa de no poder articular dos palabras seguidas y carecer de voluntad propia a pronunciarse en construcciones sintácticas de encomiable nivel. Y con un tono decidido que irradia amargura y determinación a partes iguales. La inocencia desaparece y la persona adquiere presencia. La vida funciona de tal modo que acostumbra a cebarse con los más débiles/sensibles, la teoría de la selección natural nos condiciona. Porque suele ocurrir que con cuanta más desolación suspiras por algo, menos ganas tiene la vida de otorgártelo, el calvario parece no remitir nunca para aquellos que se encuentran en un constante estado de necesidad, pasional, febril.

El mensaje de la película es triste, hay algunos diálogos muy buenos (los que tienen mayor grado de sarcasmos y dobles sentidos) pero no me parece ni mucho menos de las doscientas mejores de la historia. Será que la sociedad que muestra me queda muy lejana, pero ya desde el principio eso de que dos personas se tengan que juntar por el mismo procedimiento que se enplea para emparejar ganado no me dice mucho, en verdad no llegan a conocerse, la 'trampa' de él ni siquiera está bien pensada, desarrollada, explicada, no tiene razón de ser, ni siquiera tiene tiempo de hacernos ver como la conquista. 'Carrie' (1976) sería un estupendo ejemplo de antítesis de este caso, está tan bien contada y dirigida con tan buen pulso que ahí hasta tú te crees que es verdad, que todos quieren ser amigos de la muchacha de repente. Quiero decir que aquí no hay suspenso, ni tenemos siquiera el esbozo de un engaño memorable.