Desde que vi a Whoopi Goldberg en «El color púrpura» siempre he creído que ha sido una actriz muy desaprovechada. Encasillada por su evidente talento cómico a las comedias familiares, nos hemos quedado sin explotar su, también evidente, talento dramático. Gran versatilidad la de esta mujer, sin duda alguna. Bravo por ella.

«Sistec Act» es un ejemplo de comedia para todas las edades que cuenta en la banda sonora con unos estupendos temas paganos, como dicen estas monjas. El coro del convento de Santa Catalina es un portento vocal, y ellas sin saberlo durante toda la vida hasta que llega la corista Van Cartier para ampliarles su concepto de música sagrada y de actitud religiosa. Que está muy bien, digo, que los religiosos salgan a la calle a ayudar al prójimo (lo que siempre han hecho, vamos), pero eso de que la iglesia se convierta en una especie de concierto donde los feligreses aplauden de pie el espectáculo, eso ya es demasiado, ¿no? Nos dan tanto la matraca con la apertura de la Iglesia, que de tanto abrir cosas se va a quedar vacía.

La historia criminal es sólo una excusa para plantear el contraste entre una señorita sin tapujos ni vergüenzas, y unas monjas puras y cándidas. La simbiosis entre ambas visiones de la vida es bastante agradable, principalmente porque Van Cartier, que cree saberlo todo, en realidad no sabe nada y terminará aprendiendo el valor del compromiso, la amistad y la fe.

No destaca en nada, si exceptuamos el trío Goldberg, Smith y Keitel (perdido por ahí), pero se ve con simpatía. Podría haber dado más de sí, de todos modos. Veremos cómo continúa la segunda parte.