Ver Frozen River hace pensar en muchas cosas. Algunas meramente formales: la minuciosidad de los planos -pese a parecer casi improvisados-, la fotografía hiperrealista a costa del acabado en vídeo, el ritmo a menudo más pausado que la trama... pero lo que realmente impacta más es el trasfondo moral, esa hipocresía involuntaria del personaje femenino. La crudeza de los actos motivados por el dinero.
Esta es una película de habla como, a menudo, los humanos tendemos a hacer lo correcto, aunque sea por razones y métodos equivocados. Me ha conmovido como espectador y no muchas películas lo han conseguido.