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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
7
Ciencia ficción. Drama. Fantástico. Romance En el año de 2092, Nemo Nobody, que tiene 120 años, es el último ser humano mortal de la Tierra y vive rodeado de hombres que han alcanzado la inmortalidad gracias a increíbles avances científicos. Cuando Nemo se encuentra en su lecho de muerte, recuerda varias posibles existencias y matrimonios que no llegó a vivir. (FILMAFFINITY)
9 de octubre de 2009
101 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mariposa aletea en un extremo de nuestro planeta, y la hoja que ha hecho volar propicia un encontronazo.
Inauditas casualidades, encuentros sorprendentes, miradas que propician acercamientos, intensos momentos, tropiezos inesperados... la vida está repleta de situaciones que nos ponen contra las cuerdas, o que nos dan metros para que avancemos, comprendamos la situación ante la que nos hallamos y actuemos en consecuencia.
Van Dormael, partiendo de una base tan suculenta, y alejándose de propuestas que resultaban mucho más sencillas en su fondo (así sucedía en "Totó el héroe"), pero tremendamente efectivas y emotivas, aunque guardando todavía ciertas similitudes (tanto narrativas como en la construcción de ciertos personajes), logra que no sólo la base de "Mr. Nobody" sea suculenta, y nos regala una de esas preciosas películas por las que es tan fácil dejarse llevar y caer rendidos ante sus virtudes, componiendo un mosaico tan bello como caótico por momentos.

Caótica sería una de las múltiples palabras que podrían definir "Mr. Nobody", y no sé si la más acertada, pero desde un arranque atípico, en el que una conversación entre su protagonista y un doctor se sucede con extraños saltos de eje que enrarecen la atmósfera y la presentación, ese término es, sin duda, clave.
A partir de ahí, Van Dormael va presentando la vida de Nemo Nobody, un ser que se encuentra en una circunstancia del todo sorprendente: es el único hombre mortal sobre la tierra y, a sus 118 años ha sorprendido y se ha visto sorprendido al comprender que, sin saber cómo, su vida ya ha pasado, y se halla en una sala desmenuzando fragmentos sobre la misma. Fragmentos inconclusos, distintos, que no encajan... fragmentos de una vida en la que el amor, la tristeza pero, sobre todo, la vivacidad de unas situaciones que la hicieron irremediablemente palpitante, no parecen encontrar su lugar, pero si las distintas sensaciones que la plagaron.

Los fragmentos pasan y pasan, se entremezclan unos con otros y quizá una de las mejores cuestiones lanzadas dentro de un film tan evocador en si, es la de si merece realmente la pena esperar: Van Dormael deja caer esa cuestión como si nada, y logra que ese tramo se impregne con cierto poso optimista, dejando entre tantas idas y venidas, entre tantas despedidas y momentos agrios, que sea su personaje el que se acoja a una posibilidad que, sencillamente, le da alas. A él, y a cualquier espectador que tras una cinta que le zarandea y remueve entre unas sensaciones y otras durante dos horas, también busca un pequeño remanso en el que pararse y pensar que la elección más fácil y cercana, no siempre fue la mejor, pero puede que el futuro depare cosas todavía mejores.
Grandine
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