Cocaína. El problema de la droga (mala). Ahorra el dinero al/del contribuyente.
Sale el mejor actor del mundo y de siempre, John P. Ryan, para servirle, quién si no, es proporcional su calidad con el público desconocimiento, suele pasar, brilla la mierda, las moscas allá que van locas ciegas, al olor del loor, se esconde el oro, solo para paladares selectos, tú mismo, y a mí con eso ya me basta, y me sobra soba, soy de buen conformar, de bien nacido es ser agradecido, me hace la noche, la sesión de cine, el día, la entera vida, nada más a Dios le pido, justifica la existencia, haber nacido (solo) para eso (sí), morir tranquilo, con el deber cumplido, un chinorri la mar de simpático, medroso como el aguacero de verano, un negrata (o varios) to malo, perverso, muy conjura de los necios, volatas volutas de humo, Trejo que no Feijóo, ese jebo, la mafia hispana (asola, te insola), muy chinatown, la mujer más ordinaria que vieron los tiempos, como de Fargo (aquellas putas con el chicle dale que te pego), en dos minutos suelta un millón de vulgaridades, tiene la densidad más alta a ese santo respeto, su ratio es quimérico, multitudinario, efecto, y J. Lee Thompson (con ese nombre tan pleno no se podía esperar menos, nació agraciado el fulano), el puto amo, Jim Thompson/Lee J. Cobb/Tommy Lee Jones/Harper Lee/Despierta y lee, un artesano trasegado hermoso del arte de la cochambre con cierto estilo dionisiáco, sin pasarse, y apolíneo (mirad si no el principio, copiado por Garci, sabe lo que se hace, en uno de sus cracks o el final), a puro huevo, duro, egeo, pétreo, pollón, serio, patibulario, enfermo, de cura de sueño tras un largo y terrible insomnio, de anfeta caducada, patibulario, un solomillo ardiendo en el infierno, matadero, te la hinco, cínico como la redacción, tormenta de ideas, de un periódico televisión nuestro, torero, twitero, pero claro, no te la puedes celebrar (o sí, cuestión de ganas de juerga) como quisieras porque el tono de toda la historia, cómo está mirada la sociedad, lo humano por decir algo, el demonio y el emporio, es prácticamente igual a cuando teníamos, qué sé yo, seis o siete años y jugábamos/imaginábamos aventuras sin parar, pero en simple, las nuestras eran mucho más complejas y alambicadas, con mayores temblores (del alma), reverberaciones (sanguíneas), dolores (en el espinazo), ingenios, abominaciones y maravillas sin cuento, como si el espectador para adaptarse al medio las circunstancias al gozo tuviera que olvidar todo lo que ha visto oído aprendido a lo largo de su jodida existencia, de los silos siglos de sus genes egregios, reducir su ígneo himeneo agamenón ecuménico viático cerebro pensamiento al tamaño de un güito, me jibarizo, aceitunizo, jaén, cómo ha subido, por cierto, del aceite el precio, por las nubes, el ojo del culo, solo consumo vinagre por lo tanto, tiento, priorizo, lo cual, obviamente, podría (puede, de hecho) ser increíblemente divertido, una especie de puro vicio nefando, pervertido, insano, absurdo, injusto, sin sentido, como la heterosexualidad normativa cisterna, no tanto, no exageremos, peores cosas (no) se han visto y todavía no nos hemos tirado por el puente, a la espera estamos, ansiosos de que nos den el orden de salida, el plebiscito, el mandato del gobierno, el escrutinio, gorrino, la pastilla, el perro, la posibilidad, la plastilina, la mandarina, el mandarín, no hay que precipitarse tampoco, paciencia, no corras, sarro, roma, que la muerte nunca llega la cabrona a la señalada hora, se retrasa, es discapacitada temporal, sidérea, babilónica, canónica, la puntilla y la putilla y la putella, ana, y los lobos, la botella, también pepe, y pepa.