Una vez más un película de "serie B" o mejor dicho un músical B en este caso se convierte en un éxito inmortal. Para ello el destino solo tiene que juntar a unos cuantos genios en lo suyo que suplan con talento la falta de presupuesto. El maestro Stanley Donen ya podía presumir con "Un dia en Nueva York" y "Cantando bajo la lluvia" en su curriculum. Casi nada. El productor Jack Cummings lo tenía claro desde el principio que tenía que ser él el director.
Lo que la MGM no tenía tan claro era, aparte de encontrarle un título apropiado, dotarla del presupuesto que reclamaba Donen. Dado que al final hubo que rodarla dos veces, una en CinemaScope y otra en formato normal para aquellas salas que no estuvieran adecuadas, el presupuesto menguo aún más. Al final la versión para pantallas estándar nunca llegó a utilizarse. Fruto de ello los rodajes en exteriores en Oregon donde se desarrollaba la acción tuvieron que ser sustituidos por tomas en estudio con fondos pintados. Esas montañas rodeadas de bosques que parecen sacados de una caja de pinturas Alpino y que a la postre hicieron del defecto virtud confiriendo al resultado final ese aura de cuento irreal que impregna toda la cinta. 
La MGM ese año tenía otros musicales en los cuales ponía  más fe y presupuesto, como "Brigadoon" pero al final fue la cenicienta basada en la clásica historia del rapto de las Sabinas quien se llevó el gato al agua y cuyo éxito aún colea. La culpa fue de la maestría de Donen, la gran profesionalidad de un elenco, algunos de ellos elegidos por estar en nómina de la MGM, una bso pegadiza y deliciosa y la genial labor coreográfica que realizó Michael Kidd. Un Kidd que solo se enganchó al proyecto cuando escuchó los temas musicales y que apostó con acierto por coreografiar las acciones más que por crear bailes. Ninguna de ellas tiene desperdicio y son el 50 % del éxito de esta historia simple, algo cursi, maravillosamente vitalista,  políticamente incorrecta hoy en día y que funciona, como ya se ha escrito como el mejor antidepresivo sin contraindicaciones. Solo hay que dejarse llevar por la magia de esa parte del cine que nos invita a dejarnos engañar, nos saca de la realidad gris y nos mete en un mundo de color y de ilusión cuando se apagan las luces. De ese cine, que debería seguir teniendo su hueco, queda poco, está en peligro de extinción y uno da gracias de que cintas como esta sigan siendo inmortales. Casi como el elenco principal que o bien todavía viven o fallecieron casi centenarios.  Parafraseando la famosa canción inicial interpretada por Howard Keel y refiriéndose a este tipo de películas:  "Bendito el nido donde te refugias".

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