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España España · MADRID
Voto de ELZIETE:
7
Bélico. Drama Año 1945; los japoneses están a punto de firmar la paz en Birmania. Un soldado, admirado por sus compañeros porque toca el arpa, es nombrado mediador japonés. (FILMAFFINITY)
17 de agosto de 2019
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En la invasión de Birmania (ahora Myanmar) por Japón durante la IIGM, las tropas japonesas no se dedicaron precisamente a cantar canciones. Los campos de concentración ingleses (Birmania era una colonia inglesa) tampoco eran "campamentos de verano" con adorables abuelitas repartiendo fruta variada y educados y gentiles carceleros birmanos e ingleses. Pero de todo eso no habla la novela de juventud de Michio Takeyama y tampoco la adaptación de Ichikawa. Apenas había transcurrido una década desde la derrota y capitulación de Japón y solo tres años desde el fin de la ocupación  tutelar norteamericana. Llegaban tiempos de reconstrucción física y moral, de reconciliación, de apuntalar el sacrificio que aún quedaba para seguir levantando la nación, recomponerse ideológicamente y poder honrar a sus muertos sin criticar a los vencedores. Ichikawa tuvo el honor de posar la mirada sobre todo ello desde el punto de vista de su país por primera vez en las pantallas y lo hizo con eficacia lírica  y maestría narrativa al servicio de un guión concebido como una elegía épica realizado por su pareja y guionista habitual a partir de los años cuarenta Natto Wada.

El "Rashomon" (1951) de Kurosawa ya había abierto la puerta internacional al cine japonés que gustaba en festivales. Ichikawa que ya llevaba 30 películas en su morral siguió la estela y puede decirse que fue el "cuarto beatle" junto al propio Kurosawa, Ozu y Mizoguchi.

"La vida de Biruma" es un canto (y nunca mejor dicho) con arpa (el sonido del arpa tradicional que aparece no suena como en la pelí) de notas pacifistas y de reconciliación con una sobresaliente fotografía en blanco y negro de Minor Yokoyama (aunque inicialmente Ichikawa la quería en color y así la repitió literalmente en el 85 esta vez encargándose de la fotografía Setsuo Kobayashi ). La religión poco o nada pinta en la conciencia del protagonista por mucho que se trasvita de monje bonzo. Le sobra metraje (aunque fue recortada veintitantos minutos) y es algo repetitiva. Para el espectador japonés de la época debió ser impactante y emotiva. Rodada en exteriores birmanos, el director saca un sobresaliente partido de ellos y nos regala multitud de planos y escenas de las que permanecen en la memoria.   

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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