Es una pena que esta joyita de la animación en stop motion con un costo de unos 8 millones de dólares apenas recaudara uno y medio. Eso, a pesar del reconocimiento y los premios que recibió cercenó su distribución internacional. En España no se llegó a estrenar. Ahora el ANIMAC nos la sirve en bandeja y sigue estando tan fresca, acida, corrosiva, emotiva, divertida y entrañable como recién sacada del horno hace ya 13 años.

Una tragicomedia muy ambiciosa tanto en lo formal como en el fondo que aborda muchos temas, desde la amistad, la soledad, la marginación, la enfermedad (de Asperger), la crítica social, la religión..., todo ello bañado en un humor negro y afilado que me recuerda al mejor Woody Allen de sus inicios literarios con "Sin plumas" o "Como acabar de una vez por todas con la cultura" y las voces de un elenco de postín. Es cierto que tiene caídas de ritmo y que algunos personajes secundarios merecerían más desarrollo pero esta pareja disfuncional entre una niña australiana y un judío obeso neoyorkino unida en la distancia de forma epistolar por el destino merece el título de clásico de su género.

Fue el primero y hasta ahora único largo de su director y guionista independiente australiano Adam Elliot que ya tenía un Oscar, entre otros premios por su corto "Harvie Krumpet" (2003). Desde el 2015 no ha presentado un nuevo trabajo. Supongo que los resultados financieros se imponen a los artísticos para los productores y debe ser muy difícil encontrar financiación. Ojalá que su mundo y sus personajes pronto estén de vuelta. 

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