Si uno visiona de seguido las dos propuestas que Schrader estrenó en el 2017 no tendrá mas remedio que recurrir a Jekyll y Hyde para explicarlas. Casi como toda la obra de este consagrado guionista de títulos míticos como "Taxi Driver" o "Toro Salvaje" llena de cal y arena, pero siempre sabiendo lo que se trae entre manos cinematográficamente hablando. Su última boya notable como autor se remonta al 97 con "Aflicción". Han tenido que pasar 20 años para que vuelve a desempolvar su pluma afilada y como un jovencito a sus 71 años siga experimentando con las formas, aprendiendo y reelaborando como siempre a hecho a todos aquellos cineastas pasados y presentes que le inspiran. Dice que ha utilizado el formato cuadrado a raíz de ver "Ida" de Pawilikovsky. No hay que olvidar la faceta de crítico del director.

Así pues parece como si Schrader hubiera tirado de archivo de genios del celuloide y como en un puzzle imposible se dedicara a juntar y jugar con las piezas de Bresson, Bergman, Tarkowsky, Ozu, Dreyer e incluso referenciandose a él mismo con Scorsese y el personaje de Travis. No es demérito, copiar obras maestras incluidas las suyas no es nada fácil. Claro que como apunta con acierto el comentario en Filmaffinity de Servadac: "..., su cine empieza donde acaba el de los grandes".

Y dicho esto y con tan buenos referentes Schrader compone una pieza existencial notable, abrumadora, donde forma y fondo se conjugan. La música, los encuadres..., los personajes salen y entran fuera de planos fijos como si nada pudieran hacer ante la realidad apocalíptica que se avecina. Una obra espiritual, que nace de la constatación de su autor de que ya nos hemos cargado el planeta sin remisión y que para eso no hay perdón de Dios que valga. El hombre de fe que encarna con gran acierto Ethan Hawke, cargado de culpa como buen calvinista, ve trastocados sus principios tras su encuentro con un activista medioambiental y decide tomar cartas en el asunto, ante su iglesia cómplice y condescendiente y ante la depravación general del ser humano que nos lleva a la extinción y la condenación. El reverendo Toller aporta su propia carga existencial, la pérdida de su hijo en una guerra inútil e interesada como todas y el abandono de su mujer. La angustia inunda la pantalla hasta el final abierto, donde lo humano vence a lo divino y donde la redención imposible queda en manos de aquello que cada espectador considere como último refugio antes del fin.

cineziete.wordpress.com