Lo que no se le puede negar al "príncipe" de los vampiros de Stoker es que es difícil de atrapar en la pantalla. Ni Murnau en 1922 con su "Nosferatu", ni Tod Browning, "Drácula" en 1931 lo consiguieron, a pesar de incorporar al imaginario del personaje escenas y prototipos icónicos que aún perduran pasado un siglo. Dejaremos la de Coppola para otro momento.

Heredera de la segunda esta nueva versión  de la productora inglesa Hammer a los mandos de Terence Fisher, por mucho que triunfara en taquilla tampoco lo hizo. El personaje de Drácula no obstante había aparecido en pantalla hasta en catorce ocasiones desde el 31.  Lo que sí consiguió es levantar de la "tumba" de la mediocridad general a los films de bajo presupuesto de la Hammer que rentabilizó su presupuesto de ochenta mil libras esterlinas alcanzando los 25 millones de dólares en taquilla.

En los USA hubo que cambiarle el título por "Horror of Drácula" pues la versión de Browning seguía funcionando. La novela de Stoker publicada en 1897 es aquí condensada, resumida y comprimida al extremo en localizaciones y personajes en apenas 79 minutos por falta de presupuesto (paradójicamente los carruajes eran de época) al  que sin embargo la fotografía de Jack Asher en color y la dirección artística de Bernard Robinson sacan el máximo partido creando la atmósfera necesaria para que el Conde y Van Helsing luzcan su carácter en la piel de un Christopher Lee y Peter Cushing (habían trabajado juntos el año anterior interpretando al monstruo de Frankenstein y su creador también para la Hammer en "La maldición de Frankenstein" ) se consagren de por vida en el género, aunque Lee apenas hable y aparezca solo siete minutos en pantalla. Su imponente presencia y terroríficas muecas fueron más que suficientes. Dicen que su mujer después de ver la película tenía miedo de acostarse con él.

No importó que la crítica la considerase un producto menor como todas las que siguieron después. Fisher tuvo que esperar muchos años para ser minimamente reconocido como autor en el género. Aquí aportó no solo que el horror podía funcionar con color, si no un toque de pasión sexual escandaloso para la época y una violencia explícita que aunque hoy nos parezca ridícula en su día supuso un paso arriesgado en las pantallas. Los colmillos y la sangre llegaron también para quedarse junto con otros arquetipos que aún perduran.

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