El filme de Carlos Saura se proyectaba en la edición de 1968 en Cannes. Godard, Truffaut y otros directores irrumpieron en la sala y se colgaron del telón para cancelarla por las revueltas del Mayo francés. Una película que ciertamente podía ganar la Palma de Oro y que, al dimitir el jurado y suspenderse la proyección de Saura, dejó huérfana a la edición de aquel año.

El carácter surrealista, tremendamente vanguardista e innovador de la película, junto a su excelente factura, hacen que nos encontremos ante la primera gran película intelectual independiente de Saura. Un homenaje a Buñuel por el recuerdo de Calanda, el carácter fetichista obsesivo por las mujeres, el voyeurismo y el abordaje suspensivo de su trama.

Se muestra a su vez otro tema esencial en Saura como es el de la España franquista atrasada, cerrada, anticuada y primitiva (caserón en ruinas, Seat 850, poesía de Antonio Machado, la música medieval del "Misterio de Elche", etc.), frente a las nuevas tendencias de moda, apertura, libertad y emancipación cultural europeas (maquillaje, pestañas postizas, minifalda, la excelente canción homónima rock de "Los Canarios" (le cambiaron el titulo original al saber que iba a ser incluida en la película como tema central), el descapotable, etc.).

Mención aparte merece López Vázquez en su primer papel dramático que aborda con solvencia y rigor, y el magnífico, hipnótico y sorprendente guión de Azcona, Fons y el propio Saura.

Buena muestra del cine más personal y brillante de Carlos Saura (autor independiente, ecléctico como pocos), que sirve de homenaje a Buñuel y a la ciudad de Cuenca: ciudad cuna del arte abstracto modernista e innovador de Zobel, Tapies, Chillida y el propio Antonio Saura (hermano de Carlos) y, a su vez ejemplifica esa idiosincrasia rural de pueblo aislado, primitivo y conservador.