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España España · Somewhere over the rainbow
Voto de iñaki:
9
Musical Arthur Parker, un vendedor de partituras musicales, está casado con Joan, aunque su matrimonio no va bien a causa de la enfermiza timidez de su mujer. Durante un viaje, Arthur conoce a Ellen, una maestra con quien mantiene una relación, pero ocultándole su condición de casado. (FILMAFFINITY)
24 de julio de 2015
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da la impresión de que viendo "Cabaret", ambientada en Berlín durante el ascenso del nazismo, a alguien se le ocurrió que, coetáneamente, en EE.UU. se estaba viviendo la "Gran Depresión" y que también era una situación ideal para otro musical sobre una historia sórdida, pero genuinamente americana. Uno de los comentaristas que me preceden califica la película como simpática y ligera. Para una historia que incluye adulterio, aborto, prostitución, un asesinato y alguna cosilla más del mismo cariz no me parecen los calificativos más adecuados.
El hallazgo es que, en esa situación histórica tan deprimente, el cine empezo a hablar y, simultáneamente, a cantar y bailar. El musical vivió, durante los años 30, en plena depresión, su primera edad de oro. Habitualmente, estas películas tenían unos argumentos tontorrones y escapistas que eran una simple excusa para ir introduciendo los números musicales, a veces con calzador, que abrían una ventana a un lujo y una felicidad que contrastaban obscenamente con lo mortecino de la vida cotidiana de la gente corriente. Antes se hablaba mucho de cine de "evasión". Evasión de la realidad, esa idea que tan felizmente desarrolló Woody Allen en "La rosa púrpura de El Cairo" (¿o era el cine el que andaba evadido de la realidad?). Creo que ahora se dice "cine palomitero".
Si ahora recordamos esas películas es por sus números musicales; el resto es, casi siempre, ganga. La suntuosas coreográfías de Busby Berkeley y las aladas danzas de Ginger y Fred siguen siendo una inagotable fuente de fascinación visual y en esta película se las homenajea de forma explícita. También se recrean textualmente dos cuadros de Edward Hopper y por fin sabemos de que hablaba la pareja de "Noctámbulos". Hay referencias a Dorothea Lange y a Norman Rockwell. Visualmente es una película cuidada y llena de sugerencias. Y la construcción dramática tiene la misma falta de cohesión que caracterizaba a aquellos musicales, sólo que aquí la sucesión de acontecimientos no conduce necesariamente a un final feliz. ¿O sí?.
Otro acierto es que los números musicales son canciones de exito en los años 30, generalmente optimistas, que los actores interpretan en play-back y que resultan un ácido contrapunto a las situaciones que viven los protagonistas. Es tal el contraste que, en ocasiones, los actores encarnan una voz que no corresponde a su género y te puedes encontrar con un coro femenino que se expresa a través de tres tipos de aspecto rufianesco. Está claro que no cantan ellos, pero bailar, sí que bailan. En planos generales y con la duración suficiente (como se hacía en los buenos musicales) para que Steve Martin y Christopher Walken demuestren que son unos bailarines más que solventes. Por una vez, el no demasiado inspirado Herbert Ross dió en la tecla con este musical revisionista en el que la ingenuidad impostada de los modelos en los que se basa se sustituye por un desesperanzado cinismo.
Me ha asaltado una curiosidad: ¿Cuánto cobraría una corista por participar en una coreografía de Berkeley?
iñaki
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