La segunda película de Huston como director es una de esas que se calificaban como "película de mujeres", un registro que un director tan "masculino" no volverá a tocar. Es lástima, porque esta le quedó bastante redonda. Un tanto desaforada y bordeando el melodrama, la historia gira en torno al personaje de Bette Davis, otra mujer egoista y caprichosa que, incapaz de ser feliz, no soporta que nadie lo pueda ser. El tipo de personaje que ella bordaba y que llegó a encasillarla. Hubiese sido interesante que Davis y de Havilland, que hace un papel en su registro más característico, hubiesen intercambiado sus roles, porque Olivia también interpretó con solvencia papeles de "mala" (en "A través del espejo" hacía de "mala" y de "buena" simultáneamente y en "La heredera" transita de incauta a desalmada), pero a Bette, siendo una actriz superlativa, cuesta imaginarla como la "buena". Creo que el público de la época no estaba preparado para ese intercambio. En este "tour de force" entre actrices los galanes quedan un tanto desdibujados.
Dejando aparte la moralina, la película se mete en charcos no demasiado habituales en su momento, como la evidencia del "racismo estructural" de la sociedad americana o la sugerencia de sentimientos cercanos al incesto. Ver como el personaje de Bette manipula al "viejo verde" de su tío produce un cierto repelús y no puedes evitar pensar que son tal para cual y que se merecen todo lo que pueda pasarles. Es posible que el cine "clasico" tenga unos finales previsibles, que haya escasos resquicios para la ambigüedad moral y que los personajes, para bien o para mal, acaben recibiendo su merecido, pero el buen cine de la época facturaba unas películas "compactas", sin tiempos muertos ni interludios musicales, pura fibra.