La relatividad del humor es tan certera que «Porno para principiantes», comedia uruguaya, la comicidad se encuentra implícita más por lo circunstancial que por un trabajo general, con una trama situada a inicios de los años 80, donde un novel cineasta tendrá que lidiar con sus decisiones precipitadas y rodar una cinta por encargo sin poder zafarse del encargo nunca.

Piroyansky encarna a Víctor Medina, ese incipiente director que busca comenzar su carrera en forma, pero que no puede llevar a cabo dadas las complicaciones de su vida personal. Junto con Anibal —encargado de un videoclub— encontrarán en Boris, la oportunidad esperada que los coloque en el panorama de nuevos directores, sin advertir que lo más importante para este productor no es la trama, sino las escenas explícitas características del género porno.

Nicolás Furtado y el inconfundible Daniel Aráoz hacen lo propio para que «Porno para principiantes» sea una comedia que transmita chispa necesaria que la mantenga de principio a fin —aunque la intención quede sólo en eso— un marasmo inevitable gracias a que todo el peso de la historia recae en Piroyansky, un joven actor que imprime ingenuidad, pero con una inexpresividad que ya no es del todo convincente.

Una cinta de intenciones que sitúa al pretencioso sitiado por la opresión de su contexto y la dificultad para realizar cine en Hispanoamérica.