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Voto de Juan Marey:
7
Aventuras. Drama Mike es un pescador atunero de origen portugués que en una ocasión perdió una mano, cuando intentaba salvar a su amigo Pipes Boley. Ahora Mike está felizmente casado con Quita, hija de un marinero que sirvió de pasto a los tiburones, y no se da cuenta de que su mujer y Pipes están enamorados. (FILMAFFINITY)
12 de marzo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film casi desconocido de Hawks, rodado el mismo año que una de sus obras más reconocidas “Scarface”, y con un inconmensurable Edward G. Robinson (muy recomendable verla en versión original para captar el acento portugués de Robinson, si se ve doblada perderemos un trabajo fabuloso de dicción). La película es una adaptación de un relato de Hoston Branch y combina el melodrama, la aventura y algunos elementos de cine negro en un conjunto que, sin llegar a la excelencia de las grandes obras maestras de nuestro admirado Hawks, sí resulta muy atractivo.

La película presenta a Mike Mascarenhas (Edward G. Robinson), un experto pescador portugués, personaje pintoresco, bravucón, visceral, pero entrañable, que encuentra el amor en la figura de Quita Silva (Zita Johann, en el año que alcanzaría la fama con “La momia”, frente al legendario Boris Karloff), la hija de un anciano miembro de su tripulación fallecido en alta mar. Ambos son seres heridos, física o anímicamente, por el tiburón, verdadero instrumento del destino, que acaban por unirse en matrimonio por anhelo de superar sus heridas con una vida feliz junto a una bella mujer uno, y a modo de agradecimiento por el soporte en los momentos más bajos otra.

Hawks vuelve a demostrarnos lo grande que era, su pericia queda de manifiesto en un uso adecuado del plano (cuando quedan a la deriva y el plano se encierra tanto que el sonido del chapoteo en el agua ya nos inquieta), del ritmo (meticuloso en una película de escasos ochenta minutos) y las elipsis temporales donde observamos la evolución de Mike Mascarenhas. Hawks muestra un dominio del mundo marino en su acercamiento a los métodos de pesca al curricán, los indicios de la cercanía de los bancos de atunes (en el momento en que las gaviotas revolotean alrededor del barco) y como los tiburones aparecían en las zonas de pesca complicando una vida de por sí, llena de peligros. La espectacularidad de los momentos de pesca está a la altura de los minutos donde los escualos hacen su aparición. La artesanía en las escenas de acción, una época donde el ordenador no existía, ayudan a dotar a la película de un tangible realismo.

Un muy estimable film que nos vuelve a mostrar el buen hacer de un director incapaz de crear una cinta aburrida, y que además cuenta con unas notables interpretaciones, entre las que destaca el ya mencionado Edward G. Robinson, dotando de dignidad y sustancia a un personaje tragicómico que en otras manos estaría abocado a ser la caricatura del estúpido extranjero exótico.
Juan Marey
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