Me gusta Nicolas Cage y ese fue el principal motivo que me llevó a ver esta película. Bueno, debo decir que el pobre hombre hace lo que puede con una historia absolutamente absurda incluso siendo presentada como una fábula navideña.

Resulta que un hombre de negocios muy rico pero muy solitario, se ve repentinamente metido en una especie de historia con moraleja, todo a instancias de un duende, o ángel o lo que sea (no queda claro). La historia o fábula consiste en experimentar lo que es una vida familiar, o lo que hubiese sido si se hubiese casado con el amor de su vida (Téa Leoni) en vez de dejarla marchar para dar prioridad a los negocios y los placeres del consumismo.

Bien, situémonos: tenemos a un tipo rico y solitario que una noche (concretamente en Nochebuena) se acuesta en su lujoso apartamento de Nueva York y a la mañana siguiente se despierta en una casa que no conoce en Nueva Jersey y descubre que está casado desde hace 13 años, le gusta jugar a los bolos, tiene dos hijos y un perro gigante y se gana la vida vendiendo neumáticos al por menor. La adaptación, obviamente, no se le hace fácil.

Pero ya dije que el pobre Nicolas Cage hace lo que puede. La peor parte quizá es la que le toca a Téa Leoni, quien interpreta a su esposa. Una esposa bastante boba e ingenua, porque se pasa toda la película conviviendo con el que se supone que lleva siendo su marido desde hace 13 años, pero que se comporta como si estuviera viviendo un brote psicótico. Y ella, tan ancha. Los amigos, también. Y así se va hilvanando una historia que se vuelve cada vez más aburrida hasta un desenlace que, tras tanta expectativa inicial, no podría ser más soso.

Ay por Dios, qué alivio sentí cuando vi los títulos de credito del final.