Un domingo cualquiera mientras acababa de cenar pasaban en TVE 'Las brujas de Zugarramurdi'. La había visto en el cine y no recuerdo haber salido disgustado del cine ante la última película de Álex. Tampoco recuerdo por qué fui a verla, si caí en las redes de la publicidad, aquello que decía "el regreso a sus raíces, la nueva 'El día de la bestia'". Y no recuerdo el nombre de la clase a la que falté de ese fútil máster en el que me matriculé. Vale, sabemos de sobra que ir a verla al cine no fue un verdadero motivo pero, ¿quién sabe? Ahora quizás ahora fuera profesor (NO).

El caso es que no tenía pensado volver a verla, es más, en mi memoria se había convertido en un producto despreciable, pero los cinco primeros minutos de metraje me pillaron quitando la mesa y pude constatar que no era así, más bien era una mierda deleznable. Desde sus inmorales créditos (Simone de Beauvoir seguida de Margaret Thatcher, Frida Kahlo seguida de Angela Merkel), hasta tu primo, "el cuñao" de turno interpretado por Hugo Silva, y su réplica a nivel del suelo: ese señor que se queja de los jueces y la pensión que debe pasar a sus hijos.

Cinco minutos de cuñadismo rampante y eso sí, ahora RECUERDO que cada minuto que pasaba era peor, más tonta y despreocupada por lo que mostraba en pantalla.
Total, me voy que tengo que acabar de recoger la mesa como hace la bruja de tu madre.