Sin pisar ningún tipo de escuela cinematográfica, y después de tragarse innumerables películas de todo tipo y condición junto con varios amigos, (de los cuales el más cercano era Roger Avary), en el videoclub en que ambos trabajaban y algunas de cuyas diatribas forman parte de los frescos y novedosos diálogos que contiene este film (con él, al parecer, disgusto de alguno de ellos), Tarantino con su opera prima, no solo reinventa el thriller en una época en que, aparte de alguna que otra interesante producción, estaba dominada por la eclosión del cine social y comprometido, sino que además lo hace a través de una evidente economía de medios, contándonos de forma absorbente y apasionada la historia de un atraco, (sin que en ningún momento veamos tal atraco), a partir del final de este y los flashback que dan sentido a la historia. Si a todo esto le añadimos una magnifica banda sonora y unos buenos y comprometidos (tanto a nivel interpretativo, como monetario) trabajos actorales, nos queda una buena película y magnifico ejercicio de estilo (en algunos aspectos bebe de la estilosa “nouvelle vague” francesa), que abrió el camino a una nueva forma y un nuevo lenguaje cinematográfico de contar historias, gracias sobre todo a su determinación y perseverancia, ante los prebostes de Miramax (los inefables hermanos Wenstein) que trataron de eliminar la escena de la oreja, con todo tipo de argucias y presiones, encontrándose siempre con la férrea (y casi suicida, a tenor de la posición del uno y los otros en la industria) oposición de Tarantino a alterar un solo fotograma.
Absolutamente recomendable