Vida privada, la vuelta al cine de Tamara Jenkins desde su laureada Savages, es quizás uno de los retratos más hermosos y certeros que nos ha regalado el cine reciente. Mediante la odisea de Rachel y Richard asistimos a la dolorosa lucha de una pareja ya entrada en años que sueña con la descendencia, y todas las piedras que encuentran en el camino. Jenkins retrata esta lucha con enorme respeto, pero también con intensidad, emotividad (ver el final, cuando Richard se cambia de sitio y coge la mano de Rachel), seriedad y mucha elegancia, sin cargar las tintas en los convencionalismos o el sentimentalismo barato.
Su problema, como el de tantas otras películas, es la duración. Más de dos horas para una película cuya única historia es la de una pareja que intenta concebir un hijo a cualquier precio es demasiado metraje, sobre todo porque los personajes secundarios no aportan demasiado.
Así, son Kathryn Hahn y Paul Giamatti, siempre excelentes, quienes sostienen la función con su talento y su química, formando una pareja inolvidable y haciendo que Vida privada resulte una cinta de lo más recomendable y notable. Bravo.

Lo mejor: La pareja protagonista y la seriedad y sensibilidad del guión de Tamara Jenkins.
Lo peor: Es excesivamente larga y los personajes secundarios no aportan mucho.