Roman Polanski filma con El escritor un excelente thriller de plena actualidad... y es que, día tras día, vemos historias como la de este Adam Lang al que da vida con su habitual carisma Pierce Brosnan. Esta es una historia sobre corrupción, sobre alta política, sobre decisiones que se toman en la cima y acaban teniendo terribles consecuencias. Una historia acerca de cómo se puede intentar descubrir la verdad, pero finalmente, el periodismo es un medio de palabras, palabras que el viento se lleva.... como demuestra ese extraordinario y sorprendente final que se ha atrevido a colocar Polanski, con esa cámara fija y ese simbolismo.
Porque ahí reside el principal atractivo de esta notable cinta. El realizador sabe muy bien lo que hace, con la cámara y con el guión, y es un maestro del diálogo, el encuadre y la tensión narrativa (atención al maravilloso plano de la nota pasando de mano en mano, o el máximo partido que saca a las localizaciones, las luces y las sombras). Escoge, además, muy bien a sus actores, aunque Ewan McGregor no esté en su mejor interpretación, pero le da una gran verosimilitud a ese hombre sin nombre que es el protagonista y que, obviamente, representa a todo ese periodismo maniatado y silenciado.
Sin embargo, la narración, por muy perfecta que sea en su ritmo y diálogos, resulta fría y poco empática. La historia sacude e indigna, pero no impacta tanto como para ser recordada como una obra maestra, ni una de las mejores películas de su año.
Aun así, excelente ejercicio de estilo de Polanski y gran puñetazo en la cara a la crisis, la clase política y las grandes mentiras que nos dirigen día tras día.

Lo mejor: El final y la reflexión sobre la alta política, de desgraciada actualidad.
Lo peor: Es una película fría y no deja la sensación de que pueda convertirse en ningún momento en un gran acontecimiento fílmico a recordar por siempre.