Otro estupendo western del siempre eficaz Hathaway, con John Wayne a la cabeza de cartel, que compondría uno de los más inmortales personajes del Oeste. Ese otoñal agente federal, cascado, alcoholizado, rudo y siempre bordeando la legalidad, con su pañuelo rojo anudado al cuello, ese parche en el ojo y ese duelo que se casca a caballo contra cuatro jinetes, con un revólver en una mano y un rifle en la otra en esa cabalgada endiablada, han pasado a la posteridad justamente como una de las imágenes más icónicas de este actor. Sólo por eso, esta película bien merece ser recordada.
Pero tiene más virtudes. Hathaway ambienta muy bien sus films, con unos preciosos paisajes y una bonita fotografía perfectamente integrada en la odisea de nuestros protagonistas a la búsqueda de unos forajidos. Si además añadimos el sentido del humor que nuestro director mezcla sabiamente con la épica y ese sentido de la narración ágil, directa y vigorosa, nos encontramos con una película muy disfrutable y francamente divertida. Sin olvidar la música, que es alegre, vivaz y dinámica.
Una muchacha adolescente, cuyo padre ha sido vilmente asesinado por un cobarde protegido suyo, al ver que la Justicia poco va a hacer para resolver el asunto, debido a la huida del forajido a territorio indio, decide contratar a un cazarecompensas , para dar caza al fugitivo. Encuentra en John Wayne al hombre ideal, ya que parece valiente y de gatillo fácil.
Lo que este hombre no sabe al aceptar la misión, es que la mocosa le va a resultar más tocapelotas, que todos los supuestos peligros a los que tendrá que enfrentarse. Les acompañará también un ranger de Texas, que casualmente, también busca al mismo hombre por otro crimen.
Así comienza una odisea llena de humor y aventuras que nos hará pasar un rato muy agradable. A disfrutar.