Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Chris Jiménez:
4
Drama. Romance La existencia de Sadako ha estado siempre regida por la humillación, el abuso y el castigo; descendiente de mujeres miserables y soportando un horrible matrimonio con el tiránico Koichi, su ya de por sí horrible vida da en apariencia un giro inesperado y su mundo se desestabiliza al ser asaltada y violada por un sádico ladrón. (FILMAFFINITY)
11 de abril de 2021
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer nacida de la miseria, criada en la ruina y como un animal moribundo que no puede engendrar absolutamente nada bueno.
Pero entre la pobreza, el frío y la violencia puede resistir como mujer que es, sobre todo si es japonesa.

Mientras en 1.964 sorprenden con sus rompedoras propuestas directores de la talla de Teshigahara, Shindo, Masumura o Kobayashi (menuda cosecha la de aquel año), la vida de otros dos, figuras clave del movimiento que está surgiendo en Japón, va a cambiar para siempre: Yoshishige Yoshida y Shohei Imamura. El primero se irá de Shochiku tras ver manipulado su "Escape from Japan"; el otro se irá de Nikkatsu porque ya no aguanta exigencias ni limitaciones de presupuesto; su compañero Seijun Suzuki tardará más en irse, aunque no por voluntad propia.
Basándose en la novela "Akai Satsui" del famoso Shinji Fujiwara (posiblemente uno de los más versátiles autores de la literatura nipona, que escribía de relatos históricos o criminales a dramas románticos o poesía, y que fue muy adaptado al cine), el director va a concluir lo que podría denominarse su Trilogía de la Rebeldía, iniciada con la muy controvertida "Cerdos y Acorazados", considerada por él la primera obra auténtica de su carrera. En esta ocasión se trae a la mitad del equipo de "La Mujer Insecto" y se dispone a contarnos una desgarradora historia.

Pero antes de eso un ruidoso tren que corta como una cuchilla un silencioso paisaje devorado por la niebla, un Japón post-apocalíptico; si los trenes para Ozu simbolizan el constante movimiento de la vida, para Imamura son el progreso que irrumpe en el hastío de la perenne tradición (un pobre rezo en un altar improvisado y las carteles anunciando "Sin reglas no funciona un hogar" como perfecto ejemplo). En este ambiente negro y viscoso se mueve torpemente la protagonista, personaje-tipo del director, una mujer que arrastra tras de sí una herencia familiar miserable.
Nieta de una prostituta, hija de una camarera, ahora le toca asumir con resignación su papel de criada-esposa en la casa del hijo cuyo padre tenía como concubina a su abuela (así de intrincadas son las relaciones humanas...). Éste es Koichi, bibliotecario de mayor posición social, y modelo de los hombres que presenta Imamura; como él, todos serán cínicos, cobardes, infieles, brutales, abusivos y enfermos, física y psicológicamente. Pero no hace excepciones; tanto ellos como ellas están podridos hasta el tuétano, y hemos de aceptarlo. La parte más turbia del drama se desata a raíz del asalto y violación que sufre Sadako por parte de un sádico ladrón (Hiraoko).

Al contrario de lo que debería suceder, este acto horripilante no se divulga, se guarda en una esquina del hogar y la víctima, con la estoicidad de la tradición samurái, prefiere el suicidio a la vergüenza; pero la necesidad y la supervivencia (el estómago rugiente) dejan la tradición en segundo plano. La realidad se desestabiliza según el punto de vista de la mujer, pero sólo en apariencia. Abrasivo para muchos (sobre todo para una espectadora) es el aceptar con tan severo mutismo una violación, y más aún plantear un romance a partir de ella; sin embargo al universo de Imamura lo rigen la desesperación, la ruina y el masoquismo emocional, y aunque el ladrón cae presa del amor, Sadako en principio duda y se resiste.
Como la Oharu de Mizoguchi, ella es una víctima a todos los niveles, incluso por su naturaleza (que no físico) sensual, que le impide rechazar a los hombres; por esa razón se deja explotar, con o sin su consentimiento. Mientras Imamura nos hace partícipes de su dolor, nos sumerge en esa versión urbana del agujero de "Los Bajos Fondos", donde las ancianas chismorrean, los hijos insultan y los maridos abusan. La atmósfera, amparada por la sublime fotografía de Shinsaku Himeda, ahoga y repele con la misma fascinación.

A la doble infidelidad (la consentida de Koichi y Yoshiko, villana absoluta y de las féminas más repulsivas de Imamura, y la forzada de Sadako y Hiraoko), se unen la negativa del primero y su madre a aceptar a la protagonista en su círculo familiar (la vergüenza), un embarazo no deseado (la violencia), un supuesto viaje a Tokyo (la obsesión y la cobardía) y ráfagas de paranoia psicológica y "flashbacks" que atraviesan el film y lo elevan a registros casi oníricos, enlazando la forma y el estilo con los del cine europeo del momento. Pero a la pega del extensísimo metraje se une la protagonista.
Ésta, interpretada por una buena Masumi Harukawa, transmite lástima a un alto grado de irritación, por su sumiso carácter, su obstinado mutismo, su total rechazo a la realidad, su falta de autocompasión; el director la priva de todo eso y la convierte en una víctima torpe y detestable, por la cual es difícil sentir algo de empatía, pues sus decisiones, así como las de todos los que la rodean y aplastan, están condicionadas por su estupidez. La Tome de "La Mujer Insecto", pese a todo, avanzaba al mismo tiempo que su país, a base de pisar su tradición y sus hieráticas normas; Sadako se conforma con permanecer en un "impasse" existencial, del mismo modo que casi todo el film.

Los ratones girando sin parar en su rueda simbolizan esta resignación a lo permanente, y aunque se coman entre ellos continúan silenciosos en la jaula. Por eso mismo la historia, tan llena de callejones narrativos sin salida y situaciones innecesarias, parece avanzar, pero no lo hace; el poderoso tramo de la huida en tren y a través de la nieve (más próximo a Yoshida o Teshigahara) le insufla algo de intensidad, pero pronto se apaga...
Para rematar ni el personaje del magnífico Shigeru Tsuyuguchi (el más interesante) tiene el final que se merece ni la película acaba como debiera; aquí nada está en su sitio y el director disfruta regodeándose en ese caos. A efectos técnicos impresiona, pero su visionado es insatisfactorio y estomagante; sólo hay un instante digno del aplauso: ese que envuelve a Yuko Kusonoki (odiosa hasta la médula) y un camión...
Chris Jiménez
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow