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Voto de Chris Jiménez:
8
Thriller. Drama Gustave Manda es un peligroso criminal que, después de escapar de prisión, va a París para reunirse con sus socios y se ve envuelto en una matanza entre bandas rivales. Antes de abandonar el país, Gu necesita dar un último golpe para conseguir dinero, pero es perseguido por el inspector Blot. (FILMAFFINITY)
29 de marzo de 2021
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pareciera que Jeannot anunciase algo con esa inocente respuesta cuando rechaza colaborar en el jugoso golpe que prepara Ricci.

No, ningún hombre es indispensable en la vida de otro. Pues "al nacer, al hombre se le concede un solo derecho: la facultad de elegir su muerte...pero si esta elección está regida por el hastío de su vida entonces su existencia no habrá sido más que una pura burla". Amarga confesión, negrísima sobre la fatalidad del destino, como siempre acostumbró Jean-Pierre Melville, haciendo de sus obras el escaparate donde observar el oscuro sendero cruzado por los hombres que por sus elecciones quedan condenados. Este sendero seguirá oscuro hasta el final, no obstante el blanco y negro acabará aquí y jamás regresará.
El parisino también finiquita una etapa de su carrera, la de su colaboración con Jean-Paul Belmondo tras una violenta desavenencia durante el rodaje de la poco considerada "El Guardaespaldas". Entonces desea adaptar una novela de Joseph Damiani, no sólo respetado autor, guionista y escritor muy ligado al género negro, sino además conocido criminal de guerra y colaborador nazi que pasaría la mayor parte de su turbulenta vida en prisión; algo habitual para el director, la producción tuvo problemas y se retrasó hasta el punto de abandonarla, dejar su puesto a otro y más tarde volver a ella por petición del propio Damiani.

Sin duda su visión del universo criminal, dura y áspera, encajaba a la perfección con el estilo y la narrativa de Melville, quien empieza los acontecimientos en plena noche, con una fuga de prisión; intensa apertura donde las haya y finalizada entre bosques y trenes donde conocemos al protagonista, Gustave Minda (como todos los demás, el suyo también será un personaje inspirado en uno real de carácter histórico y conectado al mundo del hampa). Su vuelta a las andadas del crimen en un Paris teñido de soledad se verá marcada por una venganza y una cacería estableciendo las dos tramas que se desarrollarán en paralelo para luego converger.
La primera concerniente al enfrentamiento entre él y el gángster Jo Ricci, donde toman partido otros dos también unidos por el pasado, la amante del primero (Simone) y el comisario Blot, convirtiéndose éste en el personaje más interesante al estar tan magníficamente dibujado por Melville y encarnado con una sutileza arrolladora por Paul Meurisse, llevándose de paso las mejores frases pronunciadas en la película, y es que los detectives y policías de aquél siempre se ven dotados de una inteligencia y una cínica mordacidad que les hace únicos (atención a esa larga secuencia en el club donde expone los hechos a los testigos sin ningún corte de planos).

La segunda se centra en un lucrativo atraco organizado por el hermano de Ricci, Paul, y que será rechazado por un profesional llamado Orloff para luego recomendar a Minda. Como vemos, nunca Melville deja cabos sueltos ni a los personajes libres; todos ellos están atados por el devenir de un destino que indudable e inopinadamente se ha puesto en su contra (como el tren que tanto le cuesta alcanzar al protagonista). Así, con ambos Ricci las dos películas son una y las existencias de cada uno de los miembros de este círculo criminal se entrelaza de la manera más natural imaginable.
Cine negro de la vieja escuela con la mirada puesta en los febriles y viscerales "thrillers" americanos que tanto ama el director, e inspirado directamente por tal vez "Atraco al Furgón Blindado" y "Cruel Gun Story" en lo que al robo y su ejecución se refiere. Aunque sus resortes no son las pasiones fatales, ni hay lucha entre buenos y malos; la naturalidad y la apática parquedad definen esta obra y a sus personajes, que hacen de sus deberes y códigos de honor rituales de puro estoicismo, casi hieráticos. El policía tiene su destino, como el gángster o la chica del gángster; para entender esta frialdad y resignación obsérvese el caso de los guardias.

Parece algo trivial pero invita a la más profunda reflexión: dos motoristas custodian el furgón con millones en lingotes que será robado, padres de familia como luego averiguaremos, trabajadores inocentes que deben morir. ¿Por qué? Como bien afirma Fardiano ya estaban condenados, porque ese día les tocó morir y punto, y esto es comentado entre Ricci y Minda con una falta de moralidad y conciencia que hiela los intestinos. Así que Melville prefiere apostar por el inteligente distanciamiento con estos criminales, también precipitados a la amargura debido a cómo los veteranos son despreciados y reemplazados por jóvenes más impulsivos y arrogantes.
Esta desencanto viene reforzado por el ferruginoso blanco y negro de la fotografía de Marcel Combes y el silencio perpetuo en el que se mantiene el film (la música de Bernard Gerard no forma parte oficialmente de él). Lino Ventura, a quien un servidor ve como el Spencer Tracy italiano, vuelve a introducirse en el género con esa implacable sobriedad que le caracteriza, dotando a su Minda de una gran melancolía y dureza, y está bien acompañado por los igualmente geniales Raymond Pellegrin, Michel Constantin, Paul Frankeur y la distinguida Christine Fabréga que en contra de como sucedería en un "noir" estadounidense, queda relegada a un segundo plano.

Pierre Zimmer, soberbio en su encarnación de Orloff, se alza de todos modos como el segundo personaje más interesante (al menos en mi opinión) después del comisario Blot. Por su parte Ventura ya jamás volvería a hablar a Melville por una jugarreta suya durante el rodaje de la secuencia del salto al tren, aunque colaborase de nuevo con él...
Cuatro décadas después Alain Corneau se sacó un "remake" de la manga que nada tiene que ver con esta "crook story" de primer orden con el sabor aciago, agónico y rabioso que tan bien sabe imprimir el parisino, y su tan extenso metraje lo compensa el trepidante ritmo que consiguen Michèle Boëhm y Monique Bonnot. Para un verdadero fan del "noir" ha de ser una joya.
Chris Jiménez
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