Algo se cuece en Australia cinematograficamente hablando, esa tendencia malsana de los aussies por ofrecernos un cine donde abunda gente absolutamente perturbada, delincuentes, psico-killers, secuestradores, violadores y toda clase de personajes oscuros, empieza a ser la tónica habitual del cine australiano como muestra tenemos las recientes películas como: Wolf Creek, Hounds of love y Animal Kingdom.

La película Killing ground del debutante Damien Power, se podría enmarcar en este nuevo cine australiano que destila mal rollo a raudales, porque si nos paramos a analizar detenidamente esta película, la premisa de su guión es bastante sencilla, un thriller típico de asesinos que persiguen a unos campistas.
Pero esta cinta va un poco más allá, empezando por su estructura narrativa, contada en dos líneas temporales paralelas, el arco emocional de sus personajes, su crudeza no apta para todo los públicos, su acertado final y el suspense que genera en el espectador, muy bien rodada, la película logra mantener en tensión al público.

Una ópera prima bastante efectiva la de este director australiano, que para ser una historia mil veces contada en el cine, logra darle un nuevo impulso a este subgénero. Donde a uno le hace replantearse que la violencia soterrada está presente en cualquier lugar insospechado.

Atrás quedaron esos años donde veíamos una imagen idílica de Australia gracias a Cocodrilo Dundee.

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