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Voto de Luis Guillermo Cardona:
4
Acción. Thriller Un policía adicto a la bebida debe escoltar a una prostituta, desde Las Vegas hasta Phoenix, para que pueda testificar en el juicio contra un mafioso. Pero la misión resulta ser más difícil de lo esperado, ya que alguien, muy poderoso, está empeñado en que no lleguen a su destino. (FILMAFFINITY)
7 de marzo de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comandante de la policía de Phoenix, E. A. Blakelock (William Prince), tiene sus motivos para haber elegido al policía, Ben Shockley, como encargado de traer desde Las Vegas a Gus Mally, para que sirva de testigo en un caso judicial. Convencido de que “a los policías se les paga por disparar, no por pensar”, Blakelock no da explicación alguna a Shockey y éste no insiste en hacer preguntas porque piensa, como los esclavos, que su rol es obedecer.

Lo que sigue es muy a la manera de “Two mules for sister Sara”, la película que, con Clint Eastwood, Don Siegel realizara en 1970. Las semejanzas pueden encontrarse hasta en los carteles publicitarios, solo que aquí la historia transcurrirá en la jungla de asfalto estadounidense y en aquella todo sucedía en el desierto mexicano. Pero de nuevo, será el héroe tontuelo al que, la mujer a la que protege, termina protegiéndolo; una vez más le echará el cuento de la serpiente para que no se vaya; también el desprecio se convertirá en… y será esta otra ocasión, en la que Eastwood demostrará que, entre las mujeres de cierta profesión, hay verdaderos cerebros y grandes valores humanos.

Pero, los guionistas Michael Butler y Dennis Schryack (apellido que suena como cuando uno se agacha… y ¡esriakkk que se le rompen los pantalones!), no son Albert Maltz, y a lo que añaden, se les reconoce que incluyen uno o dos discursos muy interesantes -pues hay aquí una gran sátira y un claro alegato contra el ejercicio de la policía- pero sus aportes a la acción con remembranzas jamesbondescas, roza el mayor de los ridículos y lo peor es que, Eastwood, lo asume como si se lo creyera, porque todo el cuento va mucho de drama y muy poco de comedia. En este aspecto, la secuencia con el alguacil al que obligan a llevarlos hasta la frontera, es lo único rescatable de esta gran tontería.

Varias veces me vi en la disyuntiva, entre taparme la cara o suspender la película, ante la serie de memadas infantiles e ilógicas que se le ocurren en esta “RUTA SUICIDA” a nuestro estimado Clint Eastwood. Como director, y como personaje, hace exactamente lo mismo: es un completo tontoniel al que las cosas le salen solo porque el cine puede con todo. Pero, cuando ya uno ha visto la historia completa (desde aquí develaré puntos claves), surge una pregunta inevitable: ¿Qué sentido tiene que Blakelock mande a Shockley para que lleve a la testigo, si su propósito era matarla? Y sabiendo donde estaba, teniéndola a su alcance y con un ejército de bandidos a su disposición, la cosa era más que fácil ¿o no? Ahora ¿fue para jugar a las apuestas? Pero si todo el mundo sabía que el enlace policía-mafia les “aseguraba” tener la sartén por el mango ¿Quién diablos iba a apostar seguro de perder? ¡Una ñoñada!

Y las escenas de acción… ¡Santo Dios! ¿Cómo les parece que luce la del policía solitario -apenas armado con un revólver- que, en un descampado, consigue someter a una veintena de rudos motociclistas a quienes roba una moto y les daña otra? Y que al rato vuelvan a encontrarse, él y algunos de los motociclistas, a mucha distancia del primer encuentro y en un tren... ¡milagro del diablo! ¿Y qué tal esa otra del helicóptero que les persigue, y a escasos metros, con un excelente arma y tras dispararles numerosas veces, el tipo que quiere matarlos no le atina ¡ni a la moto!?

Además del idiota acribillamiento de aquella casa -de donde Shockley saldrá ileso solo porque allí estuvo un ángel de acero que lo protegía (no lo vimos, pero ¡allí tuvo que estar!) ¡Qué manera de derrochar el presupuesto militar!, el súmmum de la irracionalidad y la bobería, se produce cuando entra en escena el autobús “blindado” con el que el “héroe” espera llegar hasta el tribunal.

¿El desenlace? Una bobería para enmarcar... y la policía de Phoenix, Arizona, quedará plasmada por Eastwood como la más tarada de todo el planeta.

Queda reconocer el fuerte carácter que Sondra Locke impone a su atractivo personaje, siendo sin duda lo mejor de la película. Pero puedo asegurar que, una partida de billar o de ajedrez, será mucho más interesante y socializadora que ponerse a ver esta ingenuota aventura a la que doy cuatro puntos: El primero por Sondra. El segundo por Bill McKinney (el alguacil fanfarrón). El tercero por Pat Hingle (un gran actor) y el cuarto, por el aprecio que ahora le tengo a Eastwood.
Luis Guillermo Cardona
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