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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Intriga Un sacerdote escucha la confesión de un criminal. Cuando las circunstancias implican al cura, y las sospechas de la policía recaen sobre él, entonces tendrá que afrontar una espinosa situación: no puede contar lo que sabe; tiene, pues, que encubrir al culpable porque está obligado a respetar el secreto de confesión. (FILMAFFINITY)
12 de febrero de 2015
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En palabras recientes del cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor del Vaticano, no existen excepciones en el secreto confesional, “el secreto es absoluto e inviolable”. El sacerdote está obligado a mantener la confidencialidad sobre todo lo que se le diga, pues “el penitente no habla al sacerdote como hombre sino que habla a Dios”. Ni siquiera debe el sacerdote proponerse conservar algún recuerdo de lo escuchado en confesión, “y si se le viene a la mente, debe desecharlo cual si fuera algo pecaminoso”. El castigo por violar el derecho a la confesión es la excomunión. “Es una pena gravísima, pues significa traicionar el coloquio que la persona ha tenido con Dios” (1).

Siendo así las cosas, lo que hace el sacerdote de “YO CONFIESO”, es respetar, hasta las últimas consecuencias, los sagrados preceptos ordenados por la iglesia. Y aunque, para Michael Logan, la situación es mucho más compleja, pues su reserva confesional favorecerá que quizás él mismo sea el condenado, su temple y su confianza en Dios y en su justicia, lo llevará a ponerse a prueba de manera extraordinaria.

La forma como Logan maneja la difícil situación a lo largo de este drama, es lo que pudimos sentir como lo más sobresaliente de un filme que, de nuevo y por sobre todo, es una historia de amor: De una mujer por un hombre con el que ya nada le está legítimamente permitido, y de un hombre recto para quien, la fidelidad, es la demostración objetiva de su amor por Dios y su compromiso con la iglesia.

“Nuestras dos conciencias” (1902), es la segunda de las tres obras dramáticas que escribiera Paul Anthelme Bourde -un francés más interesado en el cultivo de los olivos que en cualquier otra cosa-, y es el material del que ha partido el director, Alfred Hitchcock, para realizar una película muy digna de acogimiento y que, por momentos, resulta brillantemente lograda, aunque no se puede evitar compararla con ese otro drama que Hitchcock realizara, en 1930, con el título “Asesinato”, ya que las similitudes estructurales, en algunos diálogos y en particulares planos, son evidentes.

No obstante que, la relación del director con el protagonista, Montgomery Clift, no fue de las más cordiales puesto que, Clift, no se acomodaba a la manera clásica de dirigir que tenía Hitch -ya que él provenía de la técnica más libre que había aprendido en el Actor’s Studio-, su actuación resulta memorable por ese gran carisma que lo caracterizaba y que aquí fluye en cada plano donde aparece. Para Anne Baxter, la cosa tampoco fue sencilla, pues para complacer el gusto por las rubias que tenía el director inglés, debió teñirse el cabello de un tono que no era el que más la favorecía, pero aun así, logró una efectiva presencia como la mujer de un solo amor... aunque se haya casado con otro.

Karl Malden, tiene también un rol muy interesante como el implacable inspector LaRue, dispuesto a que, en Quebec, Canadá -ciudad donde transcurren los hechos-, se conozca toda la verdad del crimen cometido contra el abogado Villette, aunque tenga que arruinar la vida de un parlamentario y del sacerdote de la iglesia de Santa María.

Me ha quedado la sensación de que, tras las fuertes críticas recibidas por Hitchcock por cierta toma de partido en “Lifeboat”, aquí ha tenido la ocasión de decirnos: “¡Miren que no es cierto que yo simpatice con ellos!”.

Con todo, y aunque no fue complacido el deseo de Hitchcock, quien quería impactar ilustrando los gravísimos errores judiciales que a veces se cometen, éste fue para él otro buen momento cinematográfico.

Ah!, curas de este estilo son los que necesitamos.

(1) Entrevista con Ary Waldir Ramos en www.aleteia.org

Título para Latinoamérica: “MI SECRETO ME CONDENA”
Luis Guillermo Cardona
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