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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Romance. Drama Rizwan Khan (Tanay Chheda) es un niño musulmán que se crió con su madre (Zarina Wahab) en Borivali, Bombay, y que sufre de síndrome de Asperger. Siendo adulto (Shahrukh Khan), Rizwan se enamora de Mandira (Kajul), una madre soltera hindú que vive en San Francisco. Después de los atentados del 11-S, Rizwan es detenido como sospechoso de terrorismo por conducta sospechosa, que tiene a razón de su discapacidad. Después del arresto, se ... [+]
25 de febrero de 2012
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que, la industria cinematográfica hindú, lo tiene todo para ser plenamente auténtica; para crear obras dignas del concepto Arte, y para penetrar al mundo entero con las películas que vienen realizando: Tecnología de punta con camarógrafos, músicos, editores, sonidistas y diseñadores artísticos de primera línea; directores con estilo, capaces de contar una historia colmada de originalidad y honda creatividad; guionistas con fuerte talento para contarnos cosas que, además de entretenidas, son un canto a la vida y una luz para el alma; y entre otras cosas, actores con enorme talento y carisma, chicas muy bellas y estupendas actrices de carácter... es decir, todo lo que hace falta para hacer del cine una industria sólida y respetable.

Pero, la industria de cine hindú, tiene también productore$, y aquí como en todo el mundo, para muchos de éstos nada es tan importante como el papel moneda, y claro, en todo lo que vean que puede fluir dinero, sin pensarlo dos veces lo tomarán como empresa. De no ser por esto, el nombre peyorativo que ha tomado su industria (Bollywood) podrían sacudírselo sin mayor tropiezo. Pero, entre tanto, Hollywood seguirá copiando todo lo que luzca bien en otros países y Bollywood hará lo suyo, porque la verdad es una: El cine es, por sobre todo, un negocio, un gran negocio, y de cuando en cuando aparecerá uno que otro guerrero idealista empeñado en convertirlo en arte.

<<MI NOMBRE ES KHAN>>, huele también a cine hecho para hacer dinero: Bebe de Hollywood sin pudor alguno, y succiona hábilmente del sentimentalismo que doblega corazones, pero, en su favor, y esto es lo que lo convierte en un filme significativo, consigue plantear una historia integracionista bastante saludable para la todavía primitiva sociedad de hoy.

El cuestionamiento que, el joven director, Karan Johar (partiendo de un guion de Shibani Bathija), hace a la xenofobia musulmana, surgida en los Estados Unidos de Norteamérica tras el incidente del 11-09-01 contra el World Trade Center, causado por Al Qaeda, contiene toques precisos capaces de despertar la sensibilidad hasta en el individuo más reaccionario... y con plena objetividad, argumentos claros, y anécdotas conmovedoras, convierte en xenofilia y en una feliz confraternidad al mundo entero.

Aunque inevitablemente nos recuerda, por su parecido físico y ciertas actitudes, al Raymond Babbitt que hiciera, Dustin Hoffman, en “Rain Man” (Barry Levinson, 1988), Sharuck Khan, nos entrega a un personaje muy logrado, con alto carisma y con un carácter férreo y amoroso que se convierte en poderoso ejemplo. La bella, Kajol, complementa muy bien la historia como la mujer que supera todo lo externo con su capacidad de ver mar adentro, y en definitiva, la historia de ese autista dispuesto a cumplir a como dé lugar con su tarea de hablar con el presidente norteamericano, nos pega en el alma... y todo lo demás se olvida sin dificultad alguna.
Luis Guillermo Cardona
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