Ya muchos saben que, George Bush, padre, fue otro de esos deplorables presidentes republicanos que cada tanto llegan a La Casa Blanca de los Estados Unidos de Norteamérica. Magnate petrolero y miembro de la extrema derecha, Bush apoyó la actitud guerrerista de Richard Nixon contra Vietnam y se opuso a que se legislara sobre los derechos civiles de los afrodescendientes. Mientras fue director de la C.I.A. (1976-1977), apoyó la siniestra Operación Cóndor que proporcionó planificación, formación sobre la tortura, apoyo técnico y suministró ayuda militar a las dictaduras militares de América Latina. Fue bastante cuestionada la manera como (y por qué) derrocó a Manuel Antonio Noriega en Panamá… e incumplió su promesa de no crear nuevos impuestos para los estadounidenses. Terminó su mandato con recesión económica y fue ampliamente criticada la manera como despachó la Guerra del Golfo.

Al llegar su incompetente hijo, George W. Bush, ¡también a la presidencia! –por esa suerte de “milagros” que origina el poder- las cosas no cambiaron de color y sobre su singular “espiritualidad”… los deplorables recuerdos de los primeros 30 años de su vida… su romance con la encantadora, Laura (Welch) Bush… su escalamiento político… y entre otras cosas, sobre las verdaderas motivaciones por las que decidió continuar la infame Guerra contra Irak… es lo que vamos a ver en esta excelente película con la que el director, Oliver Stone, completa su trilogía sobre los presidentes de los EE.UU. (“J.F.K.” - “Nixon” - “W.”), que ojalá prosiga porque, con él sí podemos decir que conocemos Historia.

La trama está manejada con una intercalación de escenas en el presente; con otras en las que se ilustran los años de juventud (frustraciones, tropiezos, riñas familiares… y ocasionales logros del delfín de los Bush, al lado de su desencantado padre y su abnegada madre); pero, sin duda, el punto más alto será cuando Bush, al lado de sus voraces asesores, enfrente los intereses de su país por el petróleo de Eurasia (Oriente medio > Irak, Irán, Afganistán…) y comience a abrir las fauces para agigantar el imperio. ¡Ah, y cómo no mencionar los protocolos y el lenguaje florido con los que se asegura la imagen del presidente y del gobierno en general… una farsa “deliciosa”!

En, <<W.>>, Stone, ha prescindido prácticamente del relevante episodio de las Torres Gemelas -ante el que Bush hizo el oso más grande de su vida-, quizás, porque ya se había ocupado de él en su película, “World Trade Center”… o talvez porque, de hacerlo, no le hubieran aprobado la película.

Josh Brolin, quien se puso en la piel de, George W. Bush, resulta bastante asentado y su parecido físico es innegable; Elisabeth Banks, consigue irradiar el carisma de la primera dama; Richard Dreyfuss, efectivísimo como el secretario de defensa, Dick Cheney; James Cromwell, todo un señor de la actuación representando a Bush, sénior… y también están, Ellen Burstyn, Stacy Keach, Scott Glenn y Jeffrey Wright, entre otros nombres que no necesitan presentación.

Un diálogo para recordar la “inteligencia” del expresidente, George W. Bush:
Uno de los asesores dirigiéndose a él: -Este es el documento, señor, que autoriza las técnicas de interrogatorio mejoradas: Aislamiento, asfixia simulada, privación del sueño, situaciones de miedo… o posturas forzadas.
A lo que W., responde: -Bien, pero recuerda que aquí no utilizamos la tortura.

¿No era “encantador”? Aquí se aplica la certera frase del filósofo Voltaire: “Aquellos que pueden hacerte creer absurdos, pueden hacerte cometer atrocidades”.