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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama Años 30. Durante unas vacaciones en Suiza, un maduro médico escocés y su joven sobrina viven un apasionado romance. (FILMAFFINITY)
15 de septiembre de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de que realizara “Julia” (1977), filme con el que nos dejara bastante satisfechos, ya algunos críticos de cine dábamos por sentado que, la carrera cinematográfica de Fred Zinnemann, había llegado a su fin, pero, aunque estábamos conformes con el valioso aporte que, hasta entonces, había hecho al séptimo arte, a veces deseábamos que resurgiera con otro filme que siempre estábamos dispuestos a ver. Y pareciera que Zinnemann nos escuchó, porque, habiendo cumplido 74 años de edad, decidió aventurarse con uno de los filmes más difíciles que haya podido haber hecho en su vida, rodado en los alpes suizos para su satisfacción, ya que alguna vez llegó a considerar que “la felicidad es sentarse en la cumbre del Matterhorn preguntándose como bajar”, y por eso, ese plano de los personajes Douglas Meredith y su guía, Johann Biari, en la cima de la montaña, resulta memorable, y de alguna manera, cargado de nostalgia.

Para complacencia nuestra, “CINCO DÍAS, UN VERANO”, ha resultado también un filme muy interesante, pues, además de que registra con gran eficacia ese deseo del hombre de superarse hasta el último instante de la vida, también da cuenta de una historia de amor vital y llena de significado, pero de esas que, por reservas e impedimentos sociales aún no trascendidos, no pueden acabar como algunos desearíamos. ¡Ah! y el segmento del cadáver encontrado entre la nieve, por sí solo justifica el visionado de la película.

El guion de Michael Austin, aunque muy libre, partió de la historia, “Maiden Maiden”, que, con algo de tintes biográficos, la escritora Kay Boyle incluyera en su antología “Cincuenta Historias” que publicara en 1929; y aquí, como en el filme, los personajes se merecen el uno al otro; el antagonismo de la edad lo superan con un gran valor humano y un firme compromiso social; tienen identidad de criterios, y no se ven entre sí como algo pasajero, pues su afecto viene de largo… pero, los convencionalismos harán de las suyas e indudablemente esto restaña un filme que no estuvo lejos de ser muy especial.

Sean Connery, no teme aparecer sin su bisoñé, para mostrar a un hombre que, a su mediana edad, sigue valiendo por lo que es, por la calidad de su espíritu y su fortaleza de ánimo; y Betsy Brantley, como Kate Meredith, no teme amar a un hombre mayor, pues, además de admirarlo por su indudable atractivo desde que era una niña, ahora lo valora por su espíritu aventurero y por su compromiso con la vida y con la sociedad.

Lástima que el filme no haya logrado trascender las barreras sociales, pues, el planteamiento no podía ser más maduro y justificado, pero se comprende que, al estar ambientado en la difícil época de 1932, algo como lo que sucede podía esperarse. O quizás, la intención no era dejar resuelto ese eterno reclamo del amor, sino plantar en firme una inquietud necesaria: ¿Si es justa la sociedad cuando se opone al flujo de una relación sincera y honesta, por diferencias de edad, color de piel, religión, nacionalidad o cualquier otro empeño de las obtusas tradiciones?

Yo creo que no.
Luis Guillermo Cardona
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