Esta es la cuarta película que veo del cineasta francés Éric Rohmer y he de decir que me ha ganado entre sus adeptos. Ya con "Mi noche con Maud" y "La rodilla de Clara" me había cautivado y esta solo me confirma mi gran admiración por su cine. Esa forma de narrar el amor, de forma liviana, sin dramatismo, convirtiéndolo en un juego donde las personas, cual fichas se van moviendo y cambiando su posición a menudo que se desarrolla el film. En su cine hay un motor claro, el amor, aunque un amor bastante caprichoso que puede cambiar con una brizna de aire. Los personajes no tienen una voluntad clara y firme sino que se dejan llevar, son bastante fríos, para lo bueno y para lo malo. Les mueve el amor como concepto pero no personificado en alguien concreto. Por ello, rompen con su amante, van con otro, retoman con el primero. Todo ello podría convertirse en algo traumático, un laberinto de emociones: deseo, despecho y culpa. Pero ellos se lo toman con otra filosofía, tranquilos y respetuosos. Ante todo es un juego.
Esa frialdad mencionada pudiera ser un hándicap en su cine, pero de esa manera se centra más en su análisis del amor y consigue que el espectador se identifique a pesar de lo mencionado. Quien no ha estado alguna vez en el lugar de este círculo formado por estas 4 personas, quien no ha podido sentir la vergüenza y el miedo de Blanche, la confianza de Lèa, las dudas de Fabien o la seguridad de Alexandre. Diferentes estrategias pero una misma meta.