Hallarnos ante un film de casi tres horas y mudo es algo que puede asustar a muchos cinéfilos, pero en este caso los errores que nos podamos encontrar en él se compensan con detalles que lo hacen único.
La manera en que está rodada haría padilecer a muchos directores que actualmente nos quieren demostrar que han inventado algo excepcional.
D.W Griffith nos muestra cuatro historias aunque acaba centrándose en dos, y dejando las otras como si fueran simple relleno (una lástima porque la de "La noche de San Bartolomé" se merecía un mejor trato, la de Cristo queda casi anulada durante todo el metraje).
En la de Babilonia, el director construyó auténticas ciudades que hicieron que el presupuesto se disparara de forma excesiva, pero que nos han dejado en la retina la majestuosidad con la que se construían ciertos decorados.
La mejor historia es la que ocurre en el siglo XX y en la que se demuestra la intolerancia de las personas a las cuales no les gustan las cosas como son y que acaban provocando un mal mayor. Esta trama es la que al final del film atrae más al espectador con la tensión lograda.
La película a muchos quizás les parecerá pesada, pero cuando ves el trabajo que realizó el director te das cuenta de que es casi una pieza de orfebrería en la que hay muchos detalles cuidados de forma excelsa.