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España España · Madrid
Voto de Capu:
9
Documental Es ésta una muestra más del interés de Scorsese por el mundo de la música. En este caso muestra el viaje musical y personal de George Harrison y su constante búsqueda de un equilibrio entre lo físico y lo espiritual. Además de las consabidas imágenes de archivo, incluye el testimonio de amigos y familiares sobre la vida del antiguo Beatle. (FILMAFFINITY)
25 de agosto de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No creo que desempolvar la vida de este músico sea ni justo, ni necesario. ¿Para qué sacar el lado oscuro?; pero ¿qué derecho tiene nadie a airear aquello que él, voluntariamente, ocultó? A mí me parecería una violación intolerable, sobre todo tratándose de una persona que, desde que dejó de ser Beatle (donde aguantó una popularidad tan desbordada como involuntaria), quiso ser un desconocido. Quiso oscurecernos su vida y quiso oscurecernos su muerte. Nos largaba pistas falsas sobre su manera de pensar, de ser, de cómo y dónde morirse y reposar. Con su agudo y cáustico sentido del humor que jamás perdió, se nos escondió entre las plantas de su jardín y nos confundió hasta el último extremo. ¿O es que alguien sabe realmente dónde reposan sus cenizas? Sólo su esposa y su hijo y su más directa familia tienen derecho a saberlo y sólo a ellos les incumbe saberlo. Si esa era la voluntad de George, ¿qué derecho tenemos a especular e incluso aseverar que están por el Ganges, Yamura y demás gaitas? Yo tengo mi propia opinión sobre ello, pero a nadie importa porque es algo indemostrable.
Por ello, Scorsese hace bien en entrar sólo someramente en lo que fue George como hombre, como persona de a pie. Porque el documental está hecho a modo de homenaje a un mito ya desaparecido, que no puede defenderse de lo que ahí se diga; pero que dejó clara una cosa toda su vida: no quiso que le conocieran más que los que consideró como suyos, y a nadie más quería en su jardín. Ya lo dijo Lennon: "George, en sí, no es misterioso; pero el misterio dentro de él es inmenso". ¿Cómo no va a ser misterioso un chico que con 24 años, con esa profesión y en ese ambiente, escribe esas cartas a su madre acerca de su devoción por el Sagrado Corazón de Jesús y de cómo esa devoción la redescubrió y afianzó en la India?. ¿Cómo no a ser misterioso un hombre que compone, en un porcentaje altísimo de su obra, maravillosas oraciones o plegarias?
Creo que sólo él tiene derecho a enseñarnos (y no lo hizo) aquello tan malo (o al menos lo fue para él) que hiciera en su etapa Beatle. En muchas de sus canciones, advierte de su oscuro pasado, de sus errores, de sus pecados; pero no nos dice cuáles, pues sólo quiere enmendarlos. ¿Quién es nadie para airearlos? Siempre odió a los malos periodistas y huyó de los cotilleos. Pues eso, respetemos la privacidad de su ser más intimista. Muchos no lo hicieron, como la propia Pattie en sus memorias, contando su versión. Allá ella con su conciencia y su propia dignidad. A mí, personalmente, mucho de lo contado en el documental me sobra. A mí me basta con su música y con el recuerdo vivo que dejó en tantos amigos. Cuando tantas personas le recuerdan a uno con tanto amor, es por algo. Eché de menos las preciosas palabras que le dedicó Bob Dylan, o las de Tom Petty considerándose bendecido por haberle conocido, o las de las misma Pattie cuando dijo, tras su muerte, que no podía tolerar la idea de un mundo en el que George no existiese. También preciosas hubieran sido las de John Lennon cuando dijo: "Harrison no es mi mejor amigo; pero es el ser humano que más respeto en el mundo". Testimonios como los de Ringo o el amor de Olivia y su hijo son lo mejor de la cinta. Y, por supuesto, la música.
Los Beatles fueron grandes, los mejores; fueron primus inter pares. Pero después, el mejor músico, el de más inspiración y mayor número de obras maestras de los 4 de Liverpool, fue George. Con diferencia.
¿Es posible imaginar tocar la guitarra con mayor delicadeza que en Something, Just for today o Your love is forever? Si se escuchan bien, atentamente, se tiene que llorar. Como se llora escuchando la melodía de la flor de cactus de El hombre que mató a Liberty Valance, o ante la mano inerte de Maureen O´Hara en Cuna de héroes. Claro que John Ford era un poeta de la cámara; y Harrison rezaba poesías con su guitarra. Bien hecho, George.
Capu
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