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Voto de TOM REGAN:
3
7.2
4,813
Drama
Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
29 de marzo de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
100/35(28/03/21) Soporífero film húngaro que dirige Bela Tarr en su última dirección, junto a su editora habitual Ágnes Hranitzky, una obra tediosa, que pone a prueba la resistencia frente a una pantalla durante dos horas y media de reiteraciones constantes, en cansinos 30 planos-secuencia, en los que nada pasa, para un film que pone ‘palotes’ a muchos exégetas gafapastiles que tienden a ver lo que el mundano de los mortales no atisba de profundidad existencialista, mostrándonos el apocalipsis del mundo a través de un padre (Janos Derzsi) y su hija (Erika Bok), recluidos en una granja azotada por el viento y aislada del mundo, donde se nos cuentan seis días de su vida (titulados en sobreimpresión en negro) y lo peor es que a mi viéndola se me han hecho los seis días a pelo, sin cortes, sin elipsis, todo narrado de modo letárgico y subrayante en su repetición mecánica de como un día sigue al otro y a continuación lo mismo, y a esto sumar que los diálogos caben en un sello, con lo que resulta una película silente pesarosa y agónica.
Una monotonía asfixiante que da con un tipo mayor manco que se despierta y es ayudado por su hija a vestirse, ella trae agua del pozo, comen patatas cocidas, él intenta hacer que su caballo tire del carro, el equino no quiere, encierra al cuadrúpedo, miran por la ventana el viento, y vuelta a empezar la siguiente jornada, todo ello adornado por una música ominosa que al principio resulta turbadora, pero pasada la primera media hora es algo insoportable. Atisbo el objetivo del realizador es imbuirnos del tedio de la vida y su ordinariez diaria, pero hacían falta 146 minutos para ello? Y si es así porque no apostar a la mayor y hacer un metraje de 144 horas que cubra los seis días por completo, incluso que asistiéramos a oscuras a como duermen estos dos protagonistas, puestas a desafiar al espectador no te cortes y tómale el pelo sin rubor alguno, que seguro habría críticos que la elevarían al Olimpo del cine (puaj!). Y puestos a ser pretencioso, porque no se rueda un año bisiesto de 366 días?
Se intenta dar un calado metafísico con el prólogo de la historia de sobre Nietzsche y la anécdota del caballo turinés (leyenda urbana), pero esto me queda en algo pedante cuando se apoya en un relato naif que expone la nada más absoluta. La agonía constante y latente se intentan salvar con la irrupción de dos escenas que rompen con el aburrimiento, como es la llegada de un tipo que viene a beber licor, y mientras lo hace da la brasa al viejo sobre como el apocalipsis ha llegado a la ciudad, haciendo un análisis low-cost sobre la aristocracia y la religión; más tarde se acercará un grupo de gitanos a beber del pozo y la hija y el padre los echaran de mala manera (que quiere decir esta escena? Ah, se siente!), estos momentos recogidos por el espectador cual remansos de oasis que nos sacan un poquito del hastío. En el rush final hay unos elementos que pretenciosamente quieren ser místicos y que con ello intentan dar hondura piscologica-alegórica al desesperanzador largometraje (spoiler), pero a mí me quedan, tras un insufrible minutaje en fuegos de artificio.
Se puede alabar la espléndida cinematografía en glorioso b/n de Fred Kelemen, con unos contrastes lumínicos fascinantes, unos encuadres estáticos brillantes, con contrapicados, contraluces, apagados, con una capacidad pictórica fabulosa. Ello en un escenario deprimente, árido, azotado por la ventisca continua, un prado yermo y esteril que refleja la soledad, que en conjunción con la fotografía nos proyecta frío climático. Lástima que esto de sustento a algo tan petulante a la par que huero de contenido, adornado con un fastidioso metraje.
La película comienza con un narrador en off que cuenta el colapso mental del filósofo alemán Friedrich Nietzsche en Turín, Italia, en 1889, después de ver a un hombre azotar continuamente a su caballo, que sin embargo se negó a moverse. Después de pronunciar sus últimas palabras, "Mutter, ich bin dumm" ("madre, soy estúpido"), Nietzsche se vuelve mudo y demente, cuidado por su familia hasta su muerte una década después. Tras los créditos vemos un carro tirado por un caballo que claramente se encuentra en las últimas. Lo encierra en el establo de la granja, y entra en la casa, la hija (suponemos) está dentro con los quehaceres diarios, y no hay siquiera un saludo, todo es silencio entre ambos, tanto que nunca sabremos información mínima sobre ellos, porque yo digo es el padre, pero igual es su abuelo o el tío, o su mujer.
Una monotonía asfixiante que da con un tipo mayor manco que se despierta y es ayudado por su hija a vestirse, ella trae agua del pozo, comen patatas cocidas, él intenta hacer que su caballo tire del carro, el equino no quiere, encierra al cuadrúpedo, miran por la ventana el viento, y vuelta a empezar la siguiente jornada, todo ello adornado por una música ominosa que al principio resulta turbadora, pero pasada la primera media hora es algo insoportable. Atisbo el objetivo del realizador es imbuirnos del tedio de la vida y su ordinariez diaria, pero hacían falta 146 minutos para ello? Y si es así porque no apostar a la mayor y hacer un metraje de 144 horas que cubra los seis días por completo, incluso que asistiéramos a oscuras a como duermen estos dos protagonistas, puestas a desafiar al espectador no te cortes y tómale el pelo sin rubor alguno, que seguro habría críticos que la elevarían al Olimpo del cine (puaj!). Y puestos a ser pretencioso, porque no se rueda un año bisiesto de 366 días?
Se intenta dar un calado metafísico con el prólogo de la historia de sobre Nietzsche y la anécdota del caballo turinés (leyenda urbana), pero esto me queda en algo pedante cuando se apoya en un relato naif que expone la nada más absoluta. La agonía constante y latente se intentan salvar con la irrupción de dos escenas que rompen con el aburrimiento, como es la llegada de un tipo que viene a beber licor, y mientras lo hace da la brasa al viejo sobre como el apocalipsis ha llegado a la ciudad, haciendo un análisis low-cost sobre la aristocracia y la religión; más tarde se acercará un grupo de gitanos a beber del pozo y la hija y el padre los echaran de mala manera (que quiere decir esta escena? Ah, se siente!), estos momentos recogidos por el espectador cual remansos de oasis que nos sacan un poquito del hastío. En el rush final hay unos elementos que pretenciosamente quieren ser místicos y que con ello intentan dar hondura piscologica-alegórica al desesperanzador largometraje (spoiler), pero a mí me quedan, tras un insufrible minutaje en fuegos de artificio.
Se puede alabar la espléndida cinematografía en glorioso b/n de Fred Kelemen, con unos contrastes lumínicos fascinantes, unos encuadres estáticos brillantes, con contrapicados, contraluces, apagados, con una capacidad pictórica fabulosa. Ello en un escenario deprimente, árido, azotado por la ventisca continua, un prado yermo y esteril que refleja la soledad, que en conjunción con la fotografía nos proyecta frío climático. Lástima que esto de sustento a algo tan petulante a la par que huero de contenido, adornado con un fastidioso metraje.
La película comienza con un narrador en off que cuenta el colapso mental del filósofo alemán Friedrich Nietzsche en Turín, Italia, en 1889, después de ver a un hombre azotar continuamente a su caballo, que sin embargo se negó a moverse. Después de pronunciar sus últimas palabras, "Mutter, ich bin dumm" ("madre, soy estúpido"), Nietzsche se vuelve mudo y demente, cuidado por su familia hasta su muerte una década después. Tras los créditos vemos un carro tirado por un caballo que claramente se encuentra en las últimas. Lo encierra en el establo de la granja, y entra en la casa, la hija (suponemos) está dentro con los quehaceres diarios, y no hay siquiera un saludo, todo es silencio entre ambos, tanto que nunca sabremos información mínima sobre ellos, porque yo digo es el padre, pero igual es su abuelo o el tío, o su mujer.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En el cuarto día el pozo se ha secado por completo; Al quinto deciden empaquetar los enseres y huir del lugar (por supuesto no se dice a donde), en vez de hacer que el caballo tire del carro donde llevan sus cosas, son el padre e hija los que hacen de mulos, y el caballo va detrás del carro, se alejan por el horizonte, pero de nuevo los vemos volver a parecer y regresan a ala casa (porque? Ah, se siente!). El candil no enciende (porque? Se supone quizás que estamos adentrados en el Apocalipsis y esto es consecuencia de ello); Al sexto día las papas cocidas no las quiere comer la hija y el padre le sigue, hay un fundido y se termina este ‘sindiós’. No me voy a preocupar en hacer de ‘listillo’, pues si hay gente que guste de esto, es por lo que dijo El Lebrijano ‘Hay gente pa tó!’.
Igual si durará dos horas menos me habría gustado, es un indemostrable, lo que si es notorio es que tal y como está aquí me ha sido de una pesadez jartible. Fuerza y honor!!!
PD. “En Turín, el 3 de enero de 1889, Friedrich Nietzsche salió de su casa en el número 6 de la Vía Carlo Alberto, tal vez para caminar, tal vez para ir a la oficina de correos a buscar su correspondencia. No muy lejos o en realidad muy poco lejos de él, un cochero tenía problemas con su caballo que se negaba a andar. A pesar de todos sus esfuerzos el caballo se negó a moverse, después de que el cochero -¿Giuseppe, Carlo, Ettore?-, perdió la paciencia y tomó el látigo, Nietzsche se abrió paso entre la multitud y puso fin a la brutal escena del cochero que a esas alturas echaba espuma por la boca. El robusto y bigotudo Nietzsche sube de repente al coche y echa los brazos alrededor del cuello del caballo, sollozando. Un vecino lo llevó a su casa dónde se tiende, tranquilo y silencioso, en el sofá durante dos días hasta que murmura inarticuladamente sus últimas palabras, después de las cuales se quedó mudo: “Madre, soy un tonto”. Y vivió otros diez años, sereno y alienado, al cuidado de su madre y de sus hermanas. Del caballo no sabemos nada”.
Igual si durará dos horas menos me habría gustado, es un indemostrable, lo que si es notorio es que tal y como está aquí me ha sido de una pesadez jartible. Fuerza y honor!!!
PD. “En Turín, el 3 de enero de 1889, Friedrich Nietzsche salió de su casa en el número 6 de la Vía Carlo Alberto, tal vez para caminar, tal vez para ir a la oficina de correos a buscar su correspondencia. No muy lejos o en realidad muy poco lejos de él, un cochero tenía problemas con su caballo que se negaba a andar. A pesar de todos sus esfuerzos el caballo se negó a moverse, después de que el cochero -¿Giuseppe, Carlo, Ettore?-, perdió la paciencia y tomó el látigo, Nietzsche se abrió paso entre la multitud y puso fin a la brutal escena del cochero que a esas alturas echaba espuma por la boca. El robusto y bigotudo Nietzsche sube de repente al coche y echa los brazos alrededor del cuello del caballo, sollozando. Un vecino lo llevó a su casa dónde se tiende, tranquilo y silencioso, en el sofá durante dos días hasta que murmura inarticuladamente sus últimas palabras, después de las cuales se quedó mudo: “Madre, soy un tonto”. Y vivió otros diez años, sereno y alienado, al cuidado de su madre y de sus hermanas. Del caballo no sabemos nada”.