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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Drama Historia que cuenta los amores prohibidos entre un samurái cristiano y la hija adoptiva de un prestigioso maestro de té en el Japón feudal. (FILMAFFINITY)
24 de febrero de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
45/16(16/02/23) Buen film japonés que he visto con motivo del reciente 60 aniversario de su estreno (03/06/23). Film jidaigeki dirigido por Kinuyo Tanaka en su sexta y última realización, la también actriz (la primera directora del país del Sol Naciente, dirigió seis películas de 1953 a 1962) decidió retirarse del negocio cinematográfico, primero de la dirección y luego de la actuación, para cuidar a su hermano, enfermo de párkinson. Kiunyo Tanaka dijo que había leído la novela (basada en una historia real) de Toko Kon más de 30 veces porque estaba obsesionada con la idea de llevarla a la pantalla. El guion de Masashige Narusawa (“Ratai”) adapta la novela “Ogin-sama” de Tōkō Kon publicada en 1956, en lo que es una historia de amor agridulce entre Ogin, la hija de Sen no Rikyū y Takayama Ukon en el marco de del cristianismo perseguido en el Japón de finales del SXVI. Película ambientada en la década de 1580, cuando hubo un intento de suprimir el cristianismo en gran parte porque condujo al contacto con extranjeros, aunque el cristianismo se convierte en una excusa para mostrar un amor fatalista, pues en realidad nunca te hablan de porque los protagonistas se hicieron católicos, más bien es un melodrama de carga pasional contenida, donde con claras influencias al cine de Kenji Mizoguchi hace un retrato doliente de las condiciones en que la mujer se desenvolvía en este tiempo de marcado sino machista.

Todo ello desarrollado con la serenidad clásica de su mencionado referente, son sobriedad expositiva, con momentos de belleza estética turbadora gracias a la formidable cinematografía de Yoshio Miyajima (“Harakiri”) en miscelánea con la gran dirección artística de Junpei Osumi (“Harakiri”), con tomas de calado estético cercano a lo pictórico, tanto en los escenarios naturales con tomas panorámicas, como en sus medidos planos interiores, evocando lirismo sensorial en su tonalidades cromáticas, con gusto por el detalle, como son las tomas de la cruz al cuello de los personajes pareciera su soga por sus convicciones religiosas, ello aunado conas actuaciones que emiten emociones

Comienza en el año 15 de Tensho (o 1587). Toyotomi Hideyoshi (Osamu Takizawa) está intentando solidificar su mando sobre un Japón que se encuentra en un estado de guerra constante. Mientras tanto, el comercio exterior y las influencias, incluido el cristianismo, están inundando la nación. Existe una creciente sospecha entre los asesores de Hideyoshi de que los cristianos convertidos no son más que espías extranjeros que trabajan para socavar el orden social y en los que no se puede confiar. Por lo tanto, el cristianismo es una llave arrojada en los trabajos de los planes de paz y unificación de Hideyoshi, solo que nadie está seguro todavía de qué hacer al respecto, excepto desaprobarlo. En este escenario Ogin (Ineko Arima), hija de un maestro del té Sen no Rikyû (Ganjirô Nakamura), se enamora perdidamente de Ukon (Tatsuya Nakadai), príncipe feudal casado. Su amor es instigado por su fe cristiana compartida, también dicta que sus sentimientos nunca pueden consumarse. Sin embargo, el Shogun prohíbe el cristianismo y aquellos que se nieguen a renunciar a su fe serán crucificados. Gin se ve obligada a casarse con un rico comerciante al que no ama y que le niega sexo. En venganza, este último ofrece a su esposa como concubina al general Hideyoshi, quien una vez se había fijado en la belleza de la joven y que reina con mano de hierro sobre el país.

Se ataca el feudalismo intolerante, las injusticias, los prejuicios sociales, el machismo que hace de la mujer un objeto maleable, la codicia de los poderosos. Se hace una loa de la integridad, del orgullo, de la fe religiosa, de las convicciones personales. Para ello nada mejor que la heroína del film, segura de sí misma, no se deja manipular o ser objeto de los hombres, se casa, pero no ama a su marido y no tiene sexo con él, ama a otro hombre, pero al estar este casado ella mantiene su castidad (ella interpreta que eso quiere decirle su amado al regalarle un libro cristiano donde habla de la castidad). Todo en un ritmo calmoso, con difetretnes vaivenes en la vida de Ogin, que desembocan en un rush final que podría ser satisfactorio si no fuera porque socaba todo lo visto (*spoiler).

El cristianismo en la película se entrelaza indefectiblemente al comercio exterior, lo cual para los tradicionalistas radicales japoneses es una cuña contra su modus vivendi. La crucifixión se utilizaba en esos tiempos en Japón como castigo contra los adúlteros, en clara alegoría de la transgresión del amor, esto queda patente en una de las secuencias que se quedan en la retina del film, como es cuando Ogin observa aterrada a una joven mujer atada a un caballo mientras siguen a un hombre arrastrando una cruz de madera, ella prefiriendo la muerte a ser concubina del señor local, ello parece reforzar el idealismo de la protagonista. En realidad, el cristianismo (como ya he comentado) es una excusa, ejemplo es que nunca asistimos a una misa, nunca se habla de la vida de Jesús o sus pregonados preceptos, simplemente hay cristianos y punto, de hecho la Cruz de Ogin que guarda esta, es un regalo de su amado Okun, y no la lleva puesta, más bien es un recordatorio de su amor por un hombre, no de su amor a Dios, y en esto falla, pues queda (para cualquier mínimo exégeta) muy patente que no es la fe religiosa lo que mueve a Ogin, es que es el cristianismo es el modo de vida de su amado Okun, con lo que si este fuera hebreo seguramente ello lo sería. Aquí la única liturgia es la de la ceremonia del té japonesa, del que el padre de Ogin es maestro (cuasi- sacerdote), y realiza las ‘exequias’ de forma muy solemne, en realidad siendo un adalid del tradicionalismo costumbrista del Japón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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