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Voto de TOM REGAN:
7
7.6
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Drama
Elmer Gantry (Burt Lancaster) es un hombre atractivo, oportunista y absolutamente inmoral. Tras asistir, por casualidad, a una reunión religiosa, se da cuenta de lo fácil que es ganar dinero como predicador y se convierte a la religión Evangélica. Con la hermana Sharon Falconer (Jean Simmons) a su lado, Elmer pronuncia unos estremecedores sermones que le permiten conseguir fama y dinero. Pero un periodista (Arthur Kennedy) sigue sus ... [+]
25 de mayo de 2015
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
79/15(30/04/15) El guionista y director Richard Brooks hizo en 1961 una compleja y ambigua adaptación de la polémica novela “Elmer Gantry” (1927) del Premio Nobel de Literatura Sinclair Lewis, el realizador se queda a medio camino, deja bastantes ideas sobre lo manipulador de las religiones, sobre como la incultura es el caldo de cultivo para adeptos a esperar un nuevo profeta que anuncie un nuevo Mesías, sobre la doble moral, sobre la hipocresía de la sociedad buenista, pero deja unos protagonistas a los que no termina de definir si creen en lo que dicen o no, cosa que en la novela si queda claro. Brooks elimina bastantes personajes del libro, a otros les cambia el carácter, así como solo adata una parte de la obra, sobresale lo bien que te atrapa en su madeja de sermones henchidos, una ambientación fabulosa, unos actores en estado de gracia, y sobre todo un Titán protagonista, un arrollador Burt Lancaster, con un magnetismo y una labia Colosal, de hecho ganó el Oscar por su actuación, fue nominado el film a cinco, además del actor, ganó el de secundaria para Shirley Jones, y el guión adaptado de Brooks, perdió a película y música (André Previn). Tanta polémica tenía la adaptación por su crítica a la religión, que Brooks junto a su entonces esposa Jean Simmons tuvo que crear una productora para su filmación, Elmer Gantry Productions. Como curiosidad Lewis para el personaje Sharon Falconer se inspiró libremente en la vida de la fundadora de Iglesia del Evangelio Cuadrangular la evangelista canadiense Aimee Semple McPherson, fundó la conocida como la Iglesia Internacional del Evangelio Cuadrangular.
Es una historia que ahonda en las miserias humanas, en sus debilidades, en su necesidad de creer en algo superior que le saque de sus problemas, y los más proclives a ser seducidos por este místico universo son los ignorantes, que se convierten en fanáticos religiosos. La historia enfrenta lo mundano contra lo espiritual, nos habla de la compleja Condición Humana, del puritanismo impostado, de la indefinida línea que separa el espectáculo religioso de fe, del negocio económico, pone en solfa la tolerancia, la comprensión, el vive y deja vivir, un intenso melodrama con momentos punzantes, irreverentes, mordaces, con trazos de reflexión humanista, con una construcción brillante de personajes, poliédricos, matizados, con defectos, humanos. El relato presenta tres vértices de enfoque, por un lado está Elmer Gantry, un pícaro que encuentra en los mítines religiosos salida a su portentosa y vibrante oratoria, del que no sabremos si cree o no en lo que predica, lo veremos disfrutar enardecidamente con loo que hace, pero mientras está con Sharon no “peca”, está entre dos aguas, en otro lado está la “hermana” Sharon, una devota creyente que se cree anunciadora de un nuevo amanecer, una anunciadora de buenas nuevas, y en la tercera esquina está el íntegro periodista Jim Lefters, un agnóstico que recoge de modo aséptico lo que ve, un observador neutro (si esto existe), y entre los tres discurre una batalla de creencias volubles, donde lo que queda claro son las grietas de la Naturaleza Humana. Brooks baña la narración de diálogos ingeniosos, chispeantes, divertidos, profundos, con monólogos enérgicos, apoteósicos, turbadores, de los que te atrapan por su viveza.
A Brooks cabe achacarle indefinición, falta de coraje para pinzar en la sátira, no quedan nunca claras las motivaciones de Sharon y Elmer, denoto cierta falta de valentía para dar un destino claro y diáfano contra la religión, me queda que Brooks pensó aquello que dijo Don Quijote <Sancho, con la Iglesia hemos topado>, y se queda en un terreno inane, facilón, complaciente. No llegamos a saber si Elmer vio la “luz” con Sharon, o vio una forma cómoda de ganar plata, y con ello, con lo que incluso podría haber quien piensa que el mensaje es <Cree en Dios y te reformaras para bien>, diametralmente opuesto a la intención del escritor Sinclair Lewis, la ambigüedad por la se involucra en el último tercio descoloca y desorienta, una tara quizás debida al miedo a los lobbys de presión cristiana de la época y que va en detrimento del film.
Burt Lancaster es un Coloso, una fuerza desatada de la naturaleza que se mimetiza con Elmer, lo posee con un carisma fascinante, de imagen singular con ese peinado caótico, un encantador borrachín, atractivo, con esos ojos penetrantes ojos azules, con esa cínica sonrisa que enamora (y soy hombre y muy hetero), un volcán en perpetua erupción, de lenguaje gestual hipnótico, con una labia ametralladora que te desarma y perturba, con una enorme capacidad de seducción, de sugestión, amoral, cínico, pícaro, pasional, inmensa actuación que traspasa la pantalla con su poderosa personalidad (no en vano ganó el Oscar). Jean Simmons como la evangelista idealista, hermosa, irradia belleza, derrocha una singular simbiosis entre humanidad y pragmatismo, su arco de desarrollo es muy bueno, tiene una buena química con Lancaster, entre los dos se establece una meritoria miscelánea. Arthur Kennedy como el reportero (parecido a su rol en la posterior “Lawrence de arabia”) da un gran rendimiento, es la brújula moral de la historia, formidable en su nobleza y rectitud, la viva imagen de la verdad, muy bueno. Shirley Jones en su poco metraje se gana al espectador con su sensualidad, simpatía, candidez y picardía, su notable interpretación le valió el Oscar, curiosamente el director no la quería, pero Burt Lancaster insistió.
La puesta en escena resulta sobresaliente, con una soberbia dirección artística de Edward Carrere (“Grupo salvaje”), recreando magníficamente el microcosmos de la América profunda, la del medio oeste, la enclavada en zonas áridas, con sus trenes que la cruzan, la estupenda recreación del los espectáculos religiosos, con sus vehículos, todo muy creíble, aumentado por la fenomenal fotografía de John Alton (“El hombre de Alcatraz”),... (continua en spoiler)
Es una historia que ahonda en las miserias humanas, en sus debilidades, en su necesidad de creer en algo superior que le saque de sus problemas, y los más proclives a ser seducidos por este místico universo son los ignorantes, que se convierten en fanáticos religiosos. La historia enfrenta lo mundano contra lo espiritual, nos habla de la compleja Condición Humana, del puritanismo impostado, de la indefinida línea que separa el espectáculo religioso de fe, del negocio económico, pone en solfa la tolerancia, la comprensión, el vive y deja vivir, un intenso melodrama con momentos punzantes, irreverentes, mordaces, con trazos de reflexión humanista, con una construcción brillante de personajes, poliédricos, matizados, con defectos, humanos. El relato presenta tres vértices de enfoque, por un lado está Elmer Gantry, un pícaro que encuentra en los mítines religiosos salida a su portentosa y vibrante oratoria, del que no sabremos si cree o no en lo que predica, lo veremos disfrutar enardecidamente con loo que hace, pero mientras está con Sharon no “peca”, está entre dos aguas, en otro lado está la “hermana” Sharon, una devota creyente que se cree anunciadora de un nuevo amanecer, una anunciadora de buenas nuevas, y en la tercera esquina está el íntegro periodista Jim Lefters, un agnóstico que recoge de modo aséptico lo que ve, un observador neutro (si esto existe), y entre los tres discurre una batalla de creencias volubles, donde lo que queda claro son las grietas de la Naturaleza Humana. Brooks baña la narración de diálogos ingeniosos, chispeantes, divertidos, profundos, con monólogos enérgicos, apoteósicos, turbadores, de los que te atrapan por su viveza.
A Brooks cabe achacarle indefinición, falta de coraje para pinzar en la sátira, no quedan nunca claras las motivaciones de Sharon y Elmer, denoto cierta falta de valentía para dar un destino claro y diáfano contra la religión, me queda que Brooks pensó aquello que dijo Don Quijote <Sancho, con la Iglesia hemos topado>, y se queda en un terreno inane, facilón, complaciente. No llegamos a saber si Elmer vio la “luz” con Sharon, o vio una forma cómoda de ganar plata, y con ello, con lo que incluso podría haber quien piensa que el mensaje es <Cree en Dios y te reformaras para bien>, diametralmente opuesto a la intención del escritor Sinclair Lewis, la ambigüedad por la se involucra en el último tercio descoloca y desorienta, una tara quizás debida al miedo a los lobbys de presión cristiana de la época y que va en detrimento del film.
Burt Lancaster es un Coloso, una fuerza desatada de la naturaleza que se mimetiza con Elmer, lo posee con un carisma fascinante, de imagen singular con ese peinado caótico, un encantador borrachín, atractivo, con esos ojos penetrantes ojos azules, con esa cínica sonrisa que enamora (y soy hombre y muy hetero), un volcán en perpetua erupción, de lenguaje gestual hipnótico, con una labia ametralladora que te desarma y perturba, con una enorme capacidad de seducción, de sugestión, amoral, cínico, pícaro, pasional, inmensa actuación que traspasa la pantalla con su poderosa personalidad (no en vano ganó el Oscar). Jean Simmons como la evangelista idealista, hermosa, irradia belleza, derrocha una singular simbiosis entre humanidad y pragmatismo, su arco de desarrollo es muy bueno, tiene una buena química con Lancaster, entre los dos se establece una meritoria miscelánea. Arthur Kennedy como el reportero (parecido a su rol en la posterior “Lawrence de arabia”) da un gran rendimiento, es la brújula moral de la historia, formidable en su nobleza y rectitud, la viva imagen de la verdad, muy bueno. Shirley Jones en su poco metraje se gana al espectador con su sensualidad, simpatía, candidez y picardía, su notable interpretación le valió el Oscar, curiosamente el director no la quería, pero Burt Lancaster insistió.
La puesta en escena resulta sobresaliente, con una soberbia dirección artística de Edward Carrere (“Grupo salvaje”), recreando magníficamente el microcosmos de la América profunda, la del medio oeste, la enclavada en zonas áridas, con sus trenes que la cruzan, la estupenda recreación del los espectáculos religiosos, con sus vehículos, todo muy creíble, aumentado por la fenomenal fotografía de John Alton (“El hombre de Alcatraz”),... (continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... sumiendo en tonos sombríos la acción, rodándose la mayoría por la noche sabe jugar con las penumbras, los contraluces, ejemplo la escena en que Elmer da un paseo por la destrozada carpa y se pone a dar un sermón desde el atril hacia la nada, y de entre la oscuridad aparece Jim Lefters, muy alegórico, se sientan a charlar mientras beben whisky entre la penumbra del lugar, asimismo hay con enardecedores y muy expresivos primeros planos, sacando lo mejor de las actuaciones, y estos elementos adornados por la emocionante música de André Previn (“La gata sobre el tejado de zinc”, “Irma la Dulce” o “La leyenda de la ciudad sin nombre”), sabiendo amoldarse de maravilla al tono de la historia.
Momentos recordables: Su inicio, donde Elmer marca a fuego su personalidad, lo vemos en un bar bebiendo y llega una mujer pidiendo ayuda, y Elmer nos deleita con su proverbial labia religiosa, capaz de vender hielo a los esquimales, queda patente su cinismo; El primer sermón de Elmer en la carpa de Sharon Falconer, un terremoto pasional, fuego religioso; El encuentro que tiene en el periódico con el director y con Jim Lefters, Elmer con su ácida lengua pone contra las cuerdas la hipocresía de las gentes, su intolerancia a otras ideas, fabuloso.
Frases de Elmer Gantry: <Usted es como una edición de lujo de un libro que nadie lee y yo soy un periódico de cinco centavos>; <Sentí la ira del señor tan de repente que cuando me quise dar cuenta entró mi padre y me hecho a la calle>; <El amor es la estrella de la mañana y de la tarde>; La que dice al final citando la Biblia <Cuando yo era niño, pensaba como niño y habló como un niño cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño>.
Diferencias entre el film y el libro en que se basa: La historia fílmica solo recoge un episodio de la novela que acontece hacia la mitad; En el film la personalidad de Elmer queda algo ambigua, no terminamos de saber si cree en lo que predica o solo es egocéntrico embaucador, en el libro esto es diáfano, Elmer es un hipócrita charlatán, que ve en la mezcla de su viperina lengua y los sermones enfervorecidos una vía para su narcisismo, y para sacar dinero; El Gantry literario nunca duda, nunca se cuestiona la moralidad de su hipocresía, nunca deja de caer en sus más bajos instintos (mujeres y alcohol), nunca deja de estafar, el Gantry de Richard Brooks es más introspectivo, parece creer en lo que predica, una vez empieza a colaborar con Sharon deja sus “debilidades”; En el libro Lewis delinea a Sharon y Elmer como similares en su carácter de sinvergüenzas sin escrúpulos, unos embaucadores, Richard Brooks los hace contrapuestos, Sharon cree fervorosamente que es una profeta, y Elmer es mostrado de modo simpático y pareciendo cree haber evolucionado por mor del cristianismo; Jim Lefters, en el libro es un antiguo amigo de la universidad de Elmer, compañeros de piso, hace chanzas de Gantry por saber de su pasado nada dado a la religión, el Lefters del film es un periodista cínico e integro que desde una óptica objetiva arremete contra estos vacuos encantadores de serpientes; Lula Baines en la novela es la hija del diácono a la que Elmer seduce y es presionado para que se casen, en el film es una ex-novia prostituta que sigue enamorada de Elmer; Significativo lao diferente del final, en la novela tras el incendio y muerte de la hermana Sharon, Elmer Gantry recoge su testigo y la sustituye como “profeta” evangelizador en sus espectáculos, continuando con su hipocresía, mientras en el film Elmer deja el oficio de predicador hastiado del fanatismo que los rodea.
En conjunto me queda un buen film que reflexiona con ingenio sobre la religión y sus frágiles evangelizadores, aunque le echo en falta más mordacidad y menos ambigüedad, pero con un protagonista, Burt Lancaster, Magno. Fuerza y honor!!!
Momentos recordables: Su inicio, donde Elmer marca a fuego su personalidad, lo vemos en un bar bebiendo y llega una mujer pidiendo ayuda, y Elmer nos deleita con su proverbial labia religiosa, capaz de vender hielo a los esquimales, queda patente su cinismo; El primer sermón de Elmer en la carpa de Sharon Falconer, un terremoto pasional, fuego religioso; El encuentro que tiene en el periódico con el director y con Jim Lefters, Elmer con su ácida lengua pone contra las cuerdas la hipocresía de las gentes, su intolerancia a otras ideas, fabuloso.
Frases de Elmer Gantry: <Usted es como una edición de lujo de un libro que nadie lee y yo soy un periódico de cinco centavos>; <Sentí la ira del señor tan de repente que cuando me quise dar cuenta entró mi padre y me hecho a la calle>; <El amor es la estrella de la mañana y de la tarde>; La que dice al final citando la Biblia <Cuando yo era niño, pensaba como niño y habló como un niño cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño>.
Diferencias entre el film y el libro en que se basa: La historia fílmica solo recoge un episodio de la novela que acontece hacia la mitad; En el film la personalidad de Elmer queda algo ambigua, no terminamos de saber si cree en lo que predica o solo es egocéntrico embaucador, en el libro esto es diáfano, Elmer es un hipócrita charlatán, que ve en la mezcla de su viperina lengua y los sermones enfervorecidos una vía para su narcisismo, y para sacar dinero; El Gantry literario nunca duda, nunca se cuestiona la moralidad de su hipocresía, nunca deja de caer en sus más bajos instintos (mujeres y alcohol), nunca deja de estafar, el Gantry de Richard Brooks es más introspectivo, parece creer en lo que predica, una vez empieza a colaborar con Sharon deja sus “debilidades”; En el libro Lewis delinea a Sharon y Elmer como similares en su carácter de sinvergüenzas sin escrúpulos, unos embaucadores, Richard Brooks los hace contrapuestos, Sharon cree fervorosamente que es una profeta, y Elmer es mostrado de modo simpático y pareciendo cree haber evolucionado por mor del cristianismo; Jim Lefters, en el libro es un antiguo amigo de la universidad de Elmer, compañeros de piso, hace chanzas de Gantry por saber de su pasado nada dado a la religión, el Lefters del film es un periodista cínico e integro que desde una óptica objetiva arremete contra estos vacuos encantadores de serpientes; Lula Baines en la novela es la hija del diácono a la que Elmer seduce y es presionado para que se casen, en el film es una ex-novia prostituta que sigue enamorada de Elmer; Significativo lao diferente del final, en la novela tras el incendio y muerte de la hermana Sharon, Elmer Gantry recoge su testigo y la sustituye como “profeta” evangelizador en sus espectáculos, continuando con su hipocresía, mientras en el film Elmer deja el oficio de predicador hastiado del fanatismo que los rodea.
En conjunto me queda un buen film que reflexiona con ingenio sobre la religión y sus frágiles evangelizadores, aunque le echo en falta más mordacidad y menos ambigüedad, pero con un protagonista, Burt Lancaster, Magno. Fuerza y honor!!!