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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
10
Comedia. Drama. Romance Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad tiene un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex esposa lesbiana a la que desearía estrangular, porque está escribiendo un libro en el que cuenta las intimidades de su matrimonio. Cuando conoce a Mary, la sexy y snob amante de su mejor amigo, se enamora perdidamente de ella. La idea de dejar a su novia, acostarse con Mary y abandonar su trabajo supone para él el ... [+]
26 de mayo de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
70/11(24/05/14) Un Woody Allen en plena efervescencia nos regaló a finales de los 70 unos de sus mejores, una gloriosa Obra Maestra, un brillante Tributo a su ciudad, Nueva York y a su corazón, Manhattan, un conmovedor estudio de las complicadas relaciones sentimentales, sobre las indecisiones, sobre las dudas, sobre la inseguridad, y más, en el marco de una Antológica puesta en escena que ha pasado a la Historia con momentos e imágenes que son Iconos del Séptimo Arte, y es que si el Cine se inventó fue para entre otros cosas para “Manhattan”, desarrollando en un magnético equilibrio el humor, el romance y el drama con un trasfondo de patetismo enternecedor, transmitiendo que las personas somos naves a la deriva anhelando acercarnos a nuestro puerto, lo malo es que no sabemos dónde está, no nos dan manual de instrucciones.

Woody Allen ideó el film escuchando música del compositor George Gershwin, visualizó una historia romántica en blanco y negro sitiándola en Manhattan, Allen comentó que es una mezcla entre “Annie Hall” e “Interiores”. La actriz Stacey Nelkin aseguró que el argumento se inspiraba en su relación amorosa con Allen, esta interpretó un pequeño papel en “Annie Hall”, terminando su metraje en la mesa de montaje, ella tenía 17 años y estudiaba en la secundaria en el Nueva York Stuyvesant High School, Woody no reconocería públicamente esta relación hasta 2014. Allen durante una cena comentó con el director de fotografía Gordon Willis (“El Padrino” o “El Padrino II”) su idea de experimentar en blanco y negro, para captar como él la veía en sus recuerdos, como él la recordaba en fotografías antiguas, los libros o películas, y siempre con la música de Gershwin de fondo, la rodarían en Panavision 2:35:1 anamórfico. Cuando terminó el montaje del film Allen estaba tan descontento con el resultado final que pidió a la United Artists que no la exhibiera, ofreciéndose para hacer otra en su lugar sin cobrar, llegando a decir <En este momento de mi vida, si esto es lo mejor que puedo hacer, ellos no me deben dar más dinero para hacer películas>, el perfeccionismo enfermizo de genial Allen Stewart Konigsberg no supo ver la gran regalo que había hecho a la Eternidad, esto bien podría haberlo hecho con algunos trullos que en el SXXI ha dirigido, indignos de estar en una filmografía con “Manhattan”, “Annie Hall” o “Zelig”.

El guión de Allen y de Marshall Brickman (“Annie Hall”) compone una comedia agridulce, con un patinado romántico delicioso, radiografiando un microcosmos superficial, neurótico, pedante, egoísta, narcisista, egocéntrico, tocando temas como la búsqueda de la felicidad, el amor, la amistad, la infidelidad, las crisis conyugales, la cultura o los principios éticos, la madurez, la ingenuidad, donde la urbanita ciudad de Nueva York marca a fuego las personalidades, nos empaparemos en la Gran Manzana de sus calles, restaurantes, museos, teatros, convirtiéndose esta capital del mundo en un protagonista más. Los diálogos fluyen de forma rítmica sin descansar el ingenio, la mordacidad, la acidez, la ironía, el sarcasmo, el cinismo, y sobre todo la frescura y la chispa que hace que los personajes nos queden maravillosamente delineados en sus miedos, anhelos e ilusiones, son almas con sentimientos volátiles, que no saben a que agarrarse, caprichosos de espíritu, débiles, erráticos, gente intelectualoide que se cree con capacidad para criticar el arte pero negados a hacer autocritica personal sobre nuestra hipocresía, invitándonos con agudeza a la reflexión vital, sobre quiénes somos y hacia dónde vamos, y al final dejándonos un poso de amargura conmovedor, y es que el relato por debajo de su fino y perspicaz humor deja un entramado de niveles de honda profundidad existencial.

El film te atrapa desde su intrépida introducción (sin créditos iníciales), bellos planos en glorioso b/n de postales neoyorkinas, entre ellos un gran neón parpadeante con la palabra “Manhattan”, de fondo la deliciosa música de George Gershwin “Rhapsody In Blue”, y oímos la voz en off de Issac Davis narrando el capítulo primero del libro que escribe, un homenaje a su Nueva York: <Capítulo primero. Él adoraba Nueva York. La idolatraba de un modo desproporcionado... no, no, mejor así... Él la sentimentalizaba desmesuradamente... eso es... para él, sin importar la época del año, aquella seguía siendo una ciudad en blanco y negro que latía a los acordes de las melodías de George Gershwin... eh, no, volvamos a empezar... (lo completaría pero el límite de caracteres)… Capítulo primero. Él era tan duro y romántico como la ciudad a la que amaba. Tras sus gafas de montura negra se agazapaba el vibrante poder sexual de un jaguar... je, esto me encanta... Nueva York era su ciudad y siempre lo sería>, y resuena la música, y seguimos con un tremendo collage de imágenes de la ciudad, cafeterías, calles nevadas, rascacielos, mercados bullicioso, edificios decrépitos con ropa tendida, el puente de Queensboro, currantes en las calles, el ferry de Jersey arribando, calles nevadas de noche con gente paseando, el Arco de Greenwich Village, una cancha de basket de barrio, basura acumulada, el Guggenheim, una tienda Gucci, el edificio Dakota, carrusel del Central Park con los rascacielos de fondo, una pareja se besa en una terraza, rascacielos de noche con ventanas iluminadas, la Grand Station Central, un gran luminoso de Broadway, el radio City Music hall, Times Square, el estadio de los yankis, y para acabar un orgasmo apoteósico, sobre el Skyline nocturno de Manhattan unos grandes fuegos artificiales, 3 minutos y medio Míticos, de los Mejores prólogos en la Historia, el verdadero protagonista NUEVA YORK.

Su ambientación es un pilar Imperial, con Sibarita fotografía del gran Gordon Willis, expresionista blanco y negro (primera de las varias de Allen en b/n), remarca la densidad de las tonalidades grises para dar profundidad, dotando de carácter atemporal al relato, … (continua en spoiler por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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